En
un gráfico muy descriptivo publicado el pasado mes de mayo en el diario digital
www.20minutos.es y que pueden encontrar
completo aquí: http://www.20minutos.es/graficos/las-cifras-que-lastran-a-espana-20/0/ titulado
“Las cifras que lastran a España”, aparece desglosada la composición de la deuda española.
El
25’5 % corresponde a la deuda de las familias. El 20’2 % a la de las Administraciones.
El 54’3 % a la de las empresas.
Creo
que nadie pone en duda que la deuda de las Administraciones Públicas, nos
corresponde abonarla a todos los españoles.
La
asunción de la deuda de las empresas, en cambio, suscita mucha más controversia
entre mis amistades. Un número de ellos se inclina por “que cada palo aguante
su vela” o por “¡yo qué culpa tengo!”. Hay otros que niegan directamente que
las decisiones adoptadas por nuestros representantes políticos, nos vinculen
sólo por el hecho de depositar una papeleta de voto cada cuatro años y que
estiman que lo que hay que hacer es nacionalizar la banca.
Mi
opinión pura y sin adulterar, se resume en que como la mayoría de esta deuda se
ha generado por la acción de unas entidades financieras sobre las cuales se ha
situado siempre el poder regulador del Estado, que es el que les ha permitido
los desmanes que nos han traído hasta donde estamos, resulta que son nuestros
representantes políticos los que han autorizado dicha actuación y por tanto,
lamentablemente, somos los españoles los que debemos pagar el pato.
Luego
queda la deuda de las familias y aquí también el círculo de mis agnados muestra
serias discrepancias. Los más de ellos culpan a los bancos y entenderían de
justicia, por ejemplo, la dación en pago, incluso con carácter retroactivo. El
que no pueda pagar entrega la casa y la relación contractual queda resuelta.
Pero
claro,………es que..….el banco es una empresa como otra cualquiera cuya actividad
es la de prestar dinero. En el caso de las hipotecas, lo presta a cambio de que
se le devuelva lo prestado más unos intereses. No quiere que le devuelvan otra
cosa distinta de la pactada y es ese cumplimiento el que legítimamente, en mi
opinión, exige. La dación por tanto, debe contar con la aceptación previa de la
entidad.
Sin
embargo, es un hecho objetivo que esta deuda no ha sido generada por la mala
gestión de una entidad financiera, manejada por responsables políticos, de
cuyas decisiones respondemos todos. Esta deuda ha sido producida por ciudadanos
que se han acercado a un banco y que han firmado unos pactos que ahora no
pueden cumplir.
Estoy
completamente de acuerdo con que ayudemos a todos aquellos que se encuentren en
lo que han denominado “familias vulnerables”, pero esto no puede significar de
ninguna manera una generalización de los impagos de hipotecas. En cualquier
caso he leído que entre 2007 y 2012 se han producido unos 400 mil desahucios,
de los cuales sólo entre 4 y 15 mil corresponden a primeras viviendas. No dudo
que son muchos los afectados, pero tampoco son tantos si se compara con el número
total de desahucios de segundas viviendas, trasteros, locales comerciales y
plazas de garaje, que son los más numerosos.
Si
los bancos prestaron por encima de lo razonable o pecaron de avaricia, podremos
ir contra los responsables de las entidades para enjuiciar su desastrosa
gestión, pero este hecho, no exime en absoluto a aquel que firmó una hipoteca
de la responsabilidad que asumió voluntariamente.
Tengo
un amigo que es un pequeño empresario igual que la mayoría de los de este país.
Vive en un barrio como el mío. Ni entre los mejores, ni entre los peores de
nuestra ciudad. Hace algunos años, fui a su casa. “Mete la moto en el garaje”
me dijo. Total que entré, aparqué la moto, me quité el casco y cuando nos
dirigíamos hacia el ascensor, me fije en un BMW X5 que ocupaba una de las
plazas de aparcamiento. Sorprendido le comenté a mi amigacho “¿y esto?”
entonces me miró, cabeceó mientras cerraba los ojos en señal de nos hemos
vuelto todos locos y con una finísima ironía me dijo “el BMW vale más que el
piso en el que vive”.