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7 feb 2024
30 oct 2023
Cinco días en Tenerife
Por precaución -yo no sabía cómo se estibaban las motos en el interior del barco- llevaba una toalla vieja para proteger el depósito de las cinchas con las que presumiblemente iban a fijar mi moto al suelo, pero no hizo falta. El personal del barco se notaba que estaba muy acostumbrado a estas tareas y las cinchas las fijaron al chasis. La tensaron de tal manera que quedó pegada al piso como una roca. El trayecto fue magnífico. El barco no se movió en absoluto.
Y atracamos en el puerto de Tenerife. La capacidad de estiba de mi nueva Honda es igual a cero por lo que todo mi equipaje lo llevaba en una mochila. Me la puse a la espalda, agarré el casco y los guantes y baje a la cubierta del garaje a coger la moto. Calor asfixiante.
Fui hasta el hotel a dejar el equipaje en la consigna. Tengo que reconocer que en mi casa y con la ayuda de los mapas de Google había hecho virtualmente el recorrido desde el muelle de Santa Cruz hasta el hotel tantas veces que llegué a la primera y sin problemas.
Me quedé con la cámara de fotos, dejé todo lo demás y fui a cumplir el primer punto de mi plan: visitar a los compañeros de trabajo que ya me habían advertido, “como vengas a Tenerife y no te pases por las oficinas para ir a desayunar juntos más vale que te prepares”. Y allí me presenté. Me enseñaron las instalaciones, conocí en persona a varios de ellos con los que hablo por teléfono habitualmente pero a los que nunca les había puesto cara y me invitaron a desayunar.
Muy pronto me di cuenta que en Tenerife la gente circula a bastante más velocidad que en Gran Canaria y que también se puede conducir a 120 kilómetros por hora en muchos más tramos que aquí. Las carreteras rayan a la misma altura en ambas islas. Tenemos una magnífica red de la que estar orgullosos.
Día 1: El calor era sofocante por lo que pensé que lo mejor sería ir hacia el norte de la isla a ver si el tiempo era más fresco por allí. Craso error
Esta primera ruta fue de “tanteo y aproximación”. Muy cómoda y sin muchas curvas porque quería comprobar qué tal me orientaba mirando las señales, si era capaz de llegar a donde realmente quería llegar o como iba el consumo de gasolina y todo fue perfectamente.
Salí sobre las diez y media para evitar el tráfico de primera hora cuando la gente va al trabajo y la muchachada al colegio e institutos. El calor seguía siendo agobiante. Ponerme y quitarme el casco, guantes y chaqueta en cada parada era un medio martirio. La camiseta siempre estaba casi completamente mojada.
Quería subir por San Andrés hasta el Parque Rural de Anaga pero aquí me equivoqué por primera vez y terminé al final de un barranco sin salida en el pueblo de Igueste. Tuve que volver sobre mis pasos hasta San Andrés cuando vi que necesitaba repostar. La gasolinera más cercana era una estación Disa a la salida de Santa Cruz. De nuevo hacia atrás, pero una gratísima sorpresa fría me esperaba en la gasolinera:
Día 3: Fue el más largo y cansado de todo el viaje. 250 kilómetros
Era el día previsto para subir al Teide y a medio camino estaba cuando volví a ver que tenía poca gasolina. Consulté con Google y no había gasolineras a la vista así que tuve que desviarme de mi ruta en dirección Sur, hacia el municipio de Arafo. Allí reposté en otra estación Disa y después de mi botellita de agua de Firgas de rigor me puse de nuevo en marcha siguiendo hasta Güímar en donde paré a descansar un rato. El calor seguía siendo sofocante y había aparecido la calima. Estuve haciendo fotos de la iglesia del pueblo y tras media hora sentado y refrescándome en una de sus plazas, volví a subirme a la moto con destino al municipio de Arico.
Andaba perdido dando vueltas por Arico cuando me encontré a una pareja de policías municipales a los que pregunté si desde allí podía llegar hasta el Teide, “con esa moto no, por aquí todo son pistas de tierra, pero si bajas a la autopista, llegas a Granadilla de Abona, desde ahí subes a Vilaflor y ya luego estarás en el Teide por Boca Tauce”. Les dí las gracias por la información y antes de arrancar uno de los guindas me dijo con una media sonrisa en la boca “la carretera de Vilaflor al Teide te aseguro que te va a gustar, yo la he hecho con mi moto” y desde luego que me gustó. Fue la segunda vez en la que tiré de acelerador hasta donde sabía. La carretera estaba formidable y no me encontré absolutamente a nadie hasta que giré al Este para llegar a la base del Teide entrando por Boca Tauce. Aquí la carretera estaba llena de pinocha y de ramas de pino por lo que tuve que extremar la precaución.
Del Teide y siguiendo las recomendaciones de un guía local que estaba allí con un grupo de guiris, llegué hasta Santiago del Teide por otra carretera súper bien asfaltada que solo invitaba a acelerar aunque ya había más tráfico, sobre todo turistas. No llegué hasta el pueblo sino que bajé a la costa para ver los acantilados de Los Gigantes, hice una docena de fotos y ya de allí volví por la autopista hasta Santa Cruz. La autopista del sur chicharrero tiene tramos en los que no se ve el final. Tanto cuando bajé como cuando subí hubo momentos en los que fui a la mayor velocidad a la que había ido nunca en toda mi vida en cualquier vehículo. Por supuesto, la subida hacia el Norte con el viento de frente………..muy poco agradable igual que ocurre en Gran Canaria. Llegué al hotel verdaderamente cansado y con un dolor en las nalgas que nunca había sentido con tal intensidad.
Día 4: Fue el último día de ruta.
Salí del hotel y llegué hasta Punta del Hidalgo. Estuve un buen rato por allí haciendo fotos. El calor seguía sin remitir y por primera vez me entraron ganas de darme un baño en la playa. Paré en la plaza de la iglesia de Tegueste a descansar un rato para continuar luego hasta Tejina y Valle Guerra.
En conclusión todo fue magnífico. Recorrí unos 650 kilómetros en cuatro días. El trayecto en barco perfecto, la vuelta fue quizás un poco movida pero tampoco tanto. La moto genial, las rutas fenomenales, los desayunos y las cenas en el hotel sobresalientes. La gente a la que pregunté en Tenerife por dónde ir o cómo llegar a algún sitio, amabilísima, lástima el incidente de las iglesias laguneras pero por lo demás, intentaré repetir.
31 ago 2023
¡A Tenerife!
Han pasado un poco más de ocho meses desde que compré la Honda y tengo que reconocer que estoy encantado
A día de hoy sigo sintiendo cierto miedo ante la inmensa potencia que despliegan los 145 caballos de su motor de un litro, a años luz de los humildes 50 caballos de mi antigua Kawa y tal es así, que aún no he tenido los arrestos suficientes para utilizarla en el modo “Sport”, es decir, con la configuración de motor en la que entrega toda su potencia a ful y sin ninguna restricción.
Y no es que no me fíe de la moto, es que……...no me fío de mi. No he pasado el tiempo suficiente con ella como para conocerla a fondo y sigo sin sentirme cómodo manejándola a alta velocidad durante mucho tiempo. Honestamente creo que mi pilotaje no está aún a la altura de esta máquina y es por este motivo por el que sigo utilizándola en el modo “Standart”, esto es, el que viene con la mayor limitación de potencia y con el control de tracción y de freno de motor más elevado.
Aún así, el modo Standart es una bomba. Las subidas de San Mateo a Tejeda, la de Tejeda a Artenara o la de Valsequillo a San Mateo que he hecho en repetidas ocasiones, están plagadas de curvas que me están permitiendo irle cogiendo el tranquillo poco a poco. Ahora puedo hacer estas subidas en segunda todo el tiempo sin cambiar de marcha, entrando en las curvas a 40 kilómetros por hora para, en dos o tres segundos, ponerla a 110, hasta llegar a la siguiente. La moto ni se entera.
Todas las cortapisas que tenía con la Kawasaki han desaparecido. Las ocasiones en las que la falta de potencia impedían un adelantamiento o aquellas otras en las que la escasez de frenos obligaban a soltar acelerador antes de lo necesario o en las que había que tener cuidado a la hora de “tumbar”, han pasado a la historia.
He tenido que comprar un nuevo casco porque el antiguo, a pesar de estar en buenas condiciones, me quedaba un poco grande y si bien con la Kawasaki no lo apreciaba en absoluto, la potencia de la Honda es tan espectacular que empecé a notar que cuando aceleraba con contundencia, el casco tendía a salir de mi cabeza. Con el nuevo eso ya no ocurre.
Desde el 16 de diciembre de 2022 en que la recogí el concesionario han sido muy pocos los domingos que no he salido con ella de paseo. En este tiempo he hecho unos 9 mil kilómetros cuando con la Kawasaki la media era de 5 mil al año y claro, ahora salgo un domingo de casa y……....ya no sé a dónde ir. En estos meses he estado en todos los pueblos y rincones de la isla.
Y en esas estaba cuando me dije ¿y por qué no darme un salto con la moto a Tenerife? Reconozco que a mi viajar no me gusta en absoluto y hacer turismo menos (es algo sobrevalorado en mi opinión). Solo entiendo lo de viajar cuando necesito algo que no puedo encontrar en Gran Canaria y tengo que, obligatoriamente y por fuerza, salir fuera a buscarlo, es decir, se cumplen todos los requisitos. Viajo por necesidad. No voy a hacer turismo, sino a buscar algo que no encuentro aquí, esto es, rutas diferentes con las que disfrutar de la conducción de mi nueva moto.
Así que aprovechando mis próximas vacaciones estoy considerando la posibilidad de pasar una semana en la isla “picuda”. La única lástima es que a mi mujer no le gusta lo de subirse en la moto por lo que, con gran pesar por mi parte, tendré que ir yo sólo.
Tenerife es la más grande de las islas Canarias y ya tengo más o menos previstas las cuatro rutas que pienso hacer.
Los domingos también son peligrosos en Tenerife por la cantidad de locos que, al igual que en Gran Canaria, salen a la carretera los fines de semana pensando que están en un circuito pero como estaré de vacaciones, aprovecharé para ir de lunes a viernes evitando así a los “Marc Márquez” chicharreros.
Ya he mirado el trayecto en barco y va de la capital de Gran Canaria a la capital de Tenerife. La travesía dura una hora y media por trayecto y sale por unos 45 euros ida y vuelta. He reservado alojamiento con media pensión en un hotel de Santa Cruz. El plan es desayunar fuerte en el hotel, salir de excursión, comer un tentenpié a mediodía para regresar por la tarde, descansar y cenar también en el hotel. En un primer momento consideré quedarme en La Laguna en donde hay más ambiente pero el precio de la estancia en Santa Cruz era imbatible.
¡A
ver qué tal sale todo!
26 jul 2023
Steve Vai en “Vintage Rock Pod”
Frank Zappa es con diferencia mi compositor y músico preferido. Me he encontrado una entrevista con Steve Vai, un virtuoso de la guitarra eléctrica que cuando tenía veinte años, hoy tiene 63, le envió a Zappa una cinta de cassette con la transcripción de uno de los temas más complejos que habían salido de la cabeza de FZ. Éste lo llamó y lo contrató como transcriptor de partituras. Zappa le dio techo y comida a cambio.
La revista “Vintage Rock Pod” le ha hecho una entrevista que también está en Youtube y que me pareció interesante traducir. Ahí la dejo.
El virtuoso guitarrista recuerda la época que pasó tocando la guitarra para uno de los hombres más notablemente exigentes del mundo del rock.
“Dar la talla con Frank Zappa en sus conciertos en directo no era nada fácil” comenta Steve Vai en una nueva entrevista en la que analiza su experiencia como guitarrista de la banda de FZ.
Hablando con la revista “Vintage Rock Pod” Vai dijo que había sido contratado por Zappa como transcriptor antes de entrar a formar parte de la banda, una experiencia que resultó crucial para su posterior carrera como músico.
Preguntado por cómo era trabajar con la leyenda, cuya reputación de ser muy exigente le precedía a menudo, dijo que “Yo estaba muerto de miedo (se ríe). Entonces yo era muy joven y todo aquello me parecía surrealista. Lo siguiente que recuerdo es verme en el estudio de Frank y allí estaban Vinnie Colaiuta, Terry Bozzio, Tommy Mars y…...yo, uffffff…..y allí mismo me dio la música complicada que quería que grabara”.
“Fue entretenido porque aquellos tipos eran gente divertida. Frank era un tío impresionante con el que te podías sentar a hablar. Era un gran conversador. Tenía una opinión respecto a casi todo. Prestaba atención a lo que le comentabas y te escuchaba cuando le hablabas. Siempre fue interesante y siempre se mostró interesado en nuestras conversaciones.”
Continúa explicando que tocar en la banda de Zappa era gratificante y a la vez un reto continuo dada la complejidad de su música y su tendencia a “escribir la lista de temas cinco minutos antes de que empezara el show”
Ser músico en la banda de Frank exigía manejar determinadas herramientas y, desde luego, no era el tipo de banda en la que te metías para aprender como tocar. Lo que aprendías era a ejecutar una clase de música que incorporaba un altísimo nivel de información y a hacerlo bajo presión y mientras te reías. Tenías que mantenerte siempre pendiente de Zappa”
“Ni siquiera podía tocar para la audiencia porque Frank hacía otras cosas que requerían mi atención. En cualquier momento del concierto podía hacerte una señal. Tenías varias que podía darte y que significaban que tenías que hacer algo en la canción que estabas ejecutando. Si con el dedo índice se hacía un rulo en el pelo, lo que estuviera tocando tenía que tocarlo como reggae. Si con los dos índices se agarraba el pelo, significaba que había que tocarlo como Ska. Si te mostraba los cinco dedos de una mano era que había que tocar en ⅝. Cuando con las manos entrelazadas movía los brazos a izquierda y derecha, significaba que había que cambiar a heavy metal…...así que tenías que estar siempre pendiente de él”
“Hacíamos normalmente dos shows por noche con larguísimas pruebas de sonido durante las cuales él podía escribir y grabar. El repertorio giraba alrededor de unas 80 canciones que tenías que tener memorizadas. Elegía el listado de canciones y te lo comunicaba cinco minutos antes del inicio del concierto. Y ese listado era diferente cada noche. Reconozco que para mi era un verdadero reto porque siempre me han fascinado las líneas complejas de guitarra y así Frank tuvo al fin a un guitarrista que podía ejecutar todas aquellas desafiantes líneas melódicas y tenerlas escritas.”
“Un día cualquiera en la vida de un músico de su banda significaba levantarte a las 9 am e ir al aeropuerto para volar hasta el lugar del concierto. Allí te recogía un coche que te llevaba directamente al lugar del evento. Hacías unas larguísimas pruebas de sonido y luego tenías 45 minutos libres antes del primer pase. Después había otros 45 minutos libres antes del segundo pase. Para cuando volvíamos al hotel sobre la 1 o las 2 de la madrugada tenía que volver a ponerme a practicar porque no sabía que canciones iba a elegir para la noche siguiente. Me deterioré bastante rápido”
El artículo
Steve Vai was “scared to death” playing in Frank Zappa's band (guitar.com)
El vídeo
Playing with Frank Zappa "I was scared to death!" STEVE VAI - YouTube
25 jul 2023
La Orquesta Metropole en el Teatro Cuyás
El sábado 15 de julio llegó la cita
musical que más esperaba de esta edición 2023 del Festival de Jazz
de Canarias: la Metropole Orkest.
Como ya comenté, nunca antes había oído hablar de esta orquesta pero yo es que me derrito con las “Big Bands” norteamericanas de los años 30, 40 y 50 del pasado siglo y la Metropole Orkest era lo más parecido a ellas que nos ofrecía este año el Festival de Jazz. Fue el único concierto que tuve claro desde el principio que no me iba a perder.
Mirando
en su web lo primero que me sorprendió fue descubrir que no era una
formación alemana como yo pensaba, sino originaria de los Países
Bajos.
Según
comentan en su página “fue
en 1945 cuando el gobierno holandés y la Familia Real desde su
exilio en Londres
tomaron una importante decisión. Los holandeses necesitaban una
orquesta que llevase al pueblo felicidad y esperanza”
y parece que de ahí nació la Metropole Orkest que a
día de hoy se anuncia como “la
orquesta de pop y jazz
más importante del mundo”.
Ha ganado
cuatro premios Grammy.
El
concierto empezaba a las siete de la tarde, pero desde casi media
hora antes ya se podía acceder al interior del recinto. Esta vez la
sala elegida por la organización fue el Teatro Cuyás en el barrio
de Triana de la capital gran canaria. Sólo la imposibilidad material
de poder contar con el Auditorio Alfredo Kraus puede explicar el
porqué de esta elección.
A
medida que nos acercábamos a nuestros asientos y al ver la gran
cantidad de sillas junto con sus correspondientes atriles para
partituras, coincidimos en el enorme esfuerzo logístico que debe
significar traer una orquesta de este calibre a nuestras islas.
En
la actualidad la Metropole Orkest la componen cuarenta y nueve
músicos. Catorce violines, cinco violas, cuatro violonchelos, un
bajo y dos contrabajos, un batería, dos flautas, una guitarra
eléctrica, un arpa, una tuba, un oboe, dos percusionistas, dos
pianistas, cinco saxos, tres trombones de vara y cuatro trompetas. Al
frente de todos y desde hace un par de años, la directora
japonesa Miho Hazama. A ellos se une otro equipo de personas
encargadas de la instalación, montaje y asistencia a los músicos.
Nuestros
sitios estaban localizados en el patio de butacas. Fila 5, asientos 16 y 18. Perfecta
visión del escenario
A
las siete menos cuarto empezó a entrar la sección de cuerdas y poco
a poco fue ocupando los lugares asignados a la izquierda del
escenario. Los violines en primer término, los violonchelos detrás
y luego las violas y el arpa. En la parte trasera se situaron los
vientos que ocupaban todo aquel espacio del escenario. Delante de
ellos el contrabajo, la batería y el guitarrista. Finalmente, y el
más cercano al público, el piano.
Los
cuarenta y nueve músicos aparecían abigarrados sobre un escenario
en el que a duras penas cabían y, como consecuencia de ello, ni el
batería, ni el guitarrista ni la mitad de la sección de vientos
estaban dentro de nuestro campo de visión ocultos por la
voluminosidad del piano y la posición que ocuparía más tarde la
vocalista.
Una
vez todos colocados, una de las violinistas se levantó y empezó a
dar instrucciones de afinación a toda su sección.
Y
el concierto dio comienzo con la entrada de la directora
Tras
el primer tema, Miho Hazama se dirigió al público en español para
darnos las gracias por nuestra asistencia y algo más que no recuerdo
para acto seguido y ya en inglés dar entrada a Kandance Spring que
era la cantante invitada que venía de gira con la orquesta
Kandance
Springs es una vocalista y pianista de jazz estadounidense nacida en
Tennesse. Ha publicado cuatro discos y viene colaborando con la
Metropole Orkest desde 2016.
Los
temas, perfectamente ejecutados y envueltos en el tono cálido de la
voz de la norteamericana, hicieron que el concierto resultase muy
agradable de escuchar. Como me decía un amigacho “la orquesta se
ha ajustado a la vocalista”. Y de hecho, era exactamente así. La
productora artística de la Orquesta reconocía en un diario local
haber hecho un recorrido por los distintos temas de los cuatro
álbumes publicados por la yanqui para preparar el repertorio.
Kandance Spring alternaba temas en los que solo cantaba con otros en
los que además tocaba el piano destacando notablemente en ambos
aspectos. Sin embargo, la directora, de forma incomprensible, insistía
antes del inicio de cada tema en hacerle una especie de entrevista
personal a la vocalista. Qué cuál era el origen de la canción,
cuáles los motivos que le habían inspirado al componerla, que cómo
habían sido sus inicios en el mundo de la música, que cómo había
influido su padre en su formación…….vamos, algo absolutamente
prescindible. ¡Y todo en inglés! Juraría que el tiempo que utilizó
en hacerle estas preguntas frente a un público no angloparlante, lo
hubiésemos preferido empleado en un par más de canciones.
Tengo
que reconocer que me gustó el espectáculo aunque, ni de lejos,
llegó a los niveles de placer que me ofreció la Glen Miller Band
cuando actuó en el Pérez Galdós hace unos años. Desde luego
resulta evidente que cualquier músico estaría encantado de que sus
composiciones fueran ejecutadas por una orquesta. La riqueza y
profundidad tonal que una orquesta añade a una pieza musical es
impresionante pero en el caso de estos holandeses, la presencia de
tantos violines, violas y violonchelos atenuaba todo, le restaba, en mi opinión,
fuerza y tensión jazzística a los temas dejándolos un poco huérfanos de la
frescura, el nervio y la energía que despliegan las Big
Bands norteamericanas como las de Duke
Ellington, Benny Goodman, Cab Calloway o Glenn Miller por
citar a algunos y que en sus formaciones sólo cuentan con vientos y
pianos dejando las cuerdas solo a una guitarra eléctrica para proyectar con los saxos, las trompetas, los trombones de vara y los clarinetes una potencia y una garra musical que te deja pegado a la butaca.
El
concierto llegó a término y el público en pie se mostró
enfervorizado una vez más. Tanto que hasta vi a la propia Kandance
sorprendida ante semejantes muestras -desmesuradas en mi opinión-
de inquebrantable adhesión. La orquesta y a la vista de ello ejecutó
dos bises pero una vez finalizados y tras abandonar el escenario, los
gritos de “¡bravo!” se repetían ad infinitum y la
norteamericana tuvo que volver a salir a escena para interpretar un
tema más -me dio la impresión que se les había acabado el repertorio- de su propia
cosecha.
Total
que pasé un buen rato. Dí por bien empleados los 42 euros de la
entrada y luego terminamos la noche cenando amigablemente y de
tertulia en uno de los restaurantes de la zona.
PD: En las giras de Frank Zappa el repertorio de la banda solía incluir entre 90 y 110 canciones. A sus músicos les daba el listado concreto de temas para cada concierto 45 minutos antes del inicio. A él nunca le habría ocurrido