Hace un par de fines de semana volví a salir de excursión en moto con Miguel y Adrián, los padres de dos de las amigas de mi hija. La verdad es que el sol nos acompañó durante toda la jornada, pero pasé muchísimo frío. Iba bastante abrigado, o al menos eso pensaba: camiseta térmica, otra camiseta encima, un pulover, la chaqueta de la moto, pasamontañas, guantes y el casco. Habíamos quedado en el Bentayga a las nueve. Después de unos cortados, hablando de esto y de lo de más allá, salimos de Tafira Alta a las 9.30 de la mañana en dirección Telde, por Marzagán y el Valle de Jinámar. De allí a Ingenio y luego a Agüimes, pero esta vez, en lugar de tirar hacia Temisas, decidimos ir por la zona de Los Corralillos.
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Estuve toda esta parte del recorrido conduciendo en el último lugar. Las curvas eran demasiado seguidas para mi gusto y las zonas de recta eran escasas, así que las posibilidades de reprise, para mí, no eran muchas. Adrián y Miguel iban delante. Que se lo estaban pasando del quince con tanta curva era indudable. Los veía delante de mi trazando una curva tras otra. Vamos, que se les veía disfrutando a los dos como enanos.
En esas llegamos a La Sorrueda. Allí paramos a descansar y a estirar las piernas, ellos se echaron un cigarrillo y yo tiré unas cuantas fotos. El embalse de La Sorrueda lo había visto en cientos de fotos promocionales de Gran Canaria, pero nunca lo había visto "en directo". La zona es bellísima.
Volvimos a subirnos a las motos para salir hacia a Tejeda, es decir, en dirección a esas antenas que se ven en lo alto de la montaña.
Aunque ya hacía fresco, el sol pegaba con fuerza, así que ni se me ocurrió cubrirme la cara con el pasamontañas, sino que me lo dejé en el cuello. Craso error, llegando a Tejeda me vi tiritando encima de la moto y con la cara helada por el aire. A medida que nos acercábamos, el frío se hacía más intenso. Los dedos de las manos me dolían y se quedaron blancos, como sin sangre; por las perneras del pantalón subía un aire gélido que el calor del motor mitigaba algo, pero ¡vestido con pantalones vaqueros y un par de playeras con calcetines normales!, aquello era un coladero.
De todas maneras, todo esto fue antes de que Miguel me dijese al salir de La Sorrueda, "venga, tú delante ahora". En cuanto cogí la carretera general......perdí la conciencia de ir acompañado. El firme estaba magnífico y el tráfico era escaso. Ahora había curvas y rectas largas, tan largas que en una ocasión pude hasta meter sexta. ¡Lo que me gusta, vamos! Creo que llevé la moto al límite de sus posibilidades en casi cada una de las marchas. Entré como en una especie de estado de nirvana, de hipnosis, de ausencia espiritual. Me olvidé de todo, de Miguel, de Adrián,..............del mundo entero; era yo, la moto y la carretera. Únicamente estaba a cómo entrar en la siguiente curva, en cómo trazarla y en cómo salir a toda pastilla hacia la siguiente. Volví a la realidad un poco antes de llegar a Tejeda, cuando Miguel se me acercó y se puso ya delante a comandar nuestro pequeño pelotón. Recuperé mi tercera posición y tranquilamente empezamos a bajar cada uno hacia su casa por San Mateo. La moto.....¡pues como siempre! Me hizo disfrutar como un enano y a pesar de sus evidentes limitaciones y carencias, a pesar de no tener freno de disco trasero, tengo que reconocer que es una muy buena máquina.
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