Leyendo alguna prensa y escuchando algunas emisoras de radio acerca de la muerte de Bin Laden, me he encontrado con que uno de los argumentos recurrentes es el que equipara la muerte de Bin Laden con las ocasionadas por los GAL creados bajo el Gobierno de Felipe González.
Por supuesto, una opinión digna de todo el respeto, pero, claro, creo que la comparación no es del todo correcta.
Objetivamente, los hechos relacionados con los GAL y los relativos a la muerte de Bin Laden, me parecen distintos. Ahí van.
Después del 11-S, los USA declaran la guerra Al-Qaeda y a Bin Laden como número uno de la organización.
El GAL se organiza sin que exista ni guerra, ni declaración de guerra. No estamos frente a operaciones desarrolladas por las Fuerzas Armadas, como respuesta a un execrable atentado terrorista del calibre del que sacudió Nueva York, sino frente a acciones llevadas a cabo por miembros de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado, de forma independiente y al margen de todo control institucional.
Los norteamericanos, en todo momento, de forma abierta y pública, han reconocido y señalado la captura del saudí como el primerísimo y más importante de sus objetivos militares; más aún, nunca han escondido al mundo esta pretensión. Vivo o muerto.
Del GAL nos enteramos por el periódico El Mundo. A medida que este diario iba publicando datos, -cada vez más comprometedores-, de la directa participación del Gobierno socialista de la época en la creación de la banda terrorista, el portavoz del Ejecutivo se dedicaba a negarlo todo y a señalar al director del rotativo como el vil instigador de insidias y paranoicas conspiraciones.
Como los yanquis tienen claro que están en guerra, durante todo este tiempo han utilizado su Ejército para perseguir al enemigo hasta que lo han encontrado y lo han eliminado físicamente.
Los GAL fueron agrupaciones armadas parapoliciales dirigidas a la “guerra sucia”, formadas por policías y mercenarios, algunas de cuyas acciones supusieron el fallecimiento de ciudadanos franceses sin adscripción política conocida.
Con la captura y eliminación de Bin Laden, los niveles de popularidad de Barack Obama se han elevado hasta cotas desconocidos desde su nombramiento, los famosos Seals encargados de la misión han sido condecorados y el pueblo norteamericano, en su inmensa mayoría, celebra y aplaude a sus Fuerzas Armadas por su acción.
El GAL supuso la entrada en prisión del Ministro del Interior y del Secretario de Estado de Seguridad, entre otros. Además, constituyó un elemento determinante en la derrota del Psoe en las elecciones generales de 1996. Felipe González, que de los GAL dijo “me enteré por la prensa”, terminó renunciando al liderazgo del partido socialista, llegando a ser acusado de ser el famoso “Señor X”.
La verdad es que no me parece pueda equiparse la muerte de Bin Laden a manos de un Ejército en estado de guerra contra él, con las muertes ocasionadas por una banda terrorista –bastante chapucera, por cierto- organizada desde el propio Gobierno y fuera del conocimiento y control parlamentario.
Por otro lado y volviendo sobre el hecho mismo de las operaciones, la diferencia es importante dependiendo de quién esté al frente de las mismas. No resulta igual una acción de este tenor llevada a cabo por miembros de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, que por elementos pertenecientes a las Fuerzas Armadas.
Los primeros actúan contra las personas en función de lo que éstas han hecho. Has cometido atraco a mano armada, has matado a alguien, te has saltado un semáforo en rojo, has dado positivo en un control de alcoholemia.
Los segundos, en cambio, actúan contra las personas por lo que son: el enemigo.
“Que Dios tenga piedad de mi enemigo, porque yo no la tendré” Creo que esta frase de General George Patton expresa de forma contundente y meridiana la distinción entre el actuar de las Fuerzas Armadas y el de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado.
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