Anoche escuchaba por la radio a un
representante del sindicato CCOO cuando era entrevistado por Pepa Sastre –probablemente la periodista
con la risa más contagiosa de todo el dial- y por los tertulianos que la
acompañaban en el programa “El Contrapunto” de la cadena PuntoRadio, espacio
que normalmente conduce Isabel Sansebastián.
La entrevista discurría por cauces normales
hasta que uno de los tertulianos comenzó a cuestionar al invitado sobre las
actuaciones de los piquetes informativos durante la jornada de huelga. El
periodista de referencia era Carmelo Encinas, una persona con cuyas opiniones
casi siempre discrepo. Ayer fue una excepción y tengo que reconocer mi absoluta
coincidencia con todo lo que le espetó al de CCOO.
En definitiva y más o menos, vino a decirle
lo que muchos ciudadanos pensamos. Uno, los piquetes informativos son violentos
per se. Dos, no informan a nadie porque todos estamos ya informados. Tres, se
utilizan para amedrentar y amenazar a aquellos que no secundan las huelgas.
Cuatro, con su actuación no hacen sino desprestigiar la imagen de los propios
Sindicatos.
Me sorprendió muchísimo la actitud del
sindicalista, que en varias ocasiones y muy ofendido por la acusación, repetía
dirigiéndose a Encinas “le reto a usted a
que me diga dónde hay una sola imagen en la que se vea a algún piquete
informativo amenazando o amedrentando a alguien”. Por más que otros
tertulianos le dijeron que los telediarios habían aireado numerosos incidentes
en los que se veían piquetes intimidando a ciudadanos, continuó negando la
existencia de los mismos. “Hay medios que
propagan falsedades con el único propósito de desprestigirarnos” señaló.
Este pasado 14 de noviembre nos ha mostrado,
una vez más, varios ejemplos de lo que afirmaba Encinas y negaba el sindicalista
en la entrevista.
En este vídeo de 7 segundos del Canal 9 valenciano, puede verse a un
grupo de manifestantes que pasa cerca de un bar abierto y con clientes sentados
tomando café el día de la huelga general. El elemento que tira la mesa al suelo
como quien no quiere la cosa es nada menos que el Secretario General de la
Federación de Servicios Públicos de UGT de Valencia. La impresentable que
derrama el café sobre la clienta, viene con el grupo de manifestantes que
portan banderas de CCOO. Si esto no es violencia………
Yo fui a trabajar como todos los días. Me
asomé a la ventana y sentí vergüenza al ver gente portando banderas de CCOO y
UGT parados delante de la entrada de un bazar, insultando al comerciante que
había decidido abrir su negocio. También pude comprobar a otro grupo de
sindicalistas que se apostaba en las puertas de un edifico de la Administración
Autonómica con el único objeto de injuriar a aquellos empleados públicos que
habían optado, simplemente, por una de las dos posibilidades legítimas que
nuestro Ordenamiento Jurídico reconoce a los trabajadores en los supuestos de
huelga general. Por la calle Triana de mi ciudad, por dónde discurrió una muy
numerosa manifestación de sindicatos, los comerciantes cerraban sus
establecimientos al paso de éstos, para abrirlos una vez se alejaban. Si esto
no es coacción y miedo……………, ¡no sé cómo podría calificarse!
He leído también que en la península ha
habido varias plantas de fabricación de automóviles en las que el 100 % de los
trabajadores ha secundado la huelga. ¿El 100%?, raro, raro. No me creo que la
totalidad de las plantillas estuviesen de acuerdo en apoyar el paro.
Necesariamente tiene que haber operarios que honestamente lo consideraban un
ataque directo a los intereses de sus empresas y, como consecuencia de ello, un
misil dirigido contra la estabilidad de sus propios empleos. Ya no es sólo que
se dejasen de fabricar los 500/700 vehículos que, al parecer, se montan cada
día, con todo lo que esto implica para el empresario, sino que pudo haberlos
invadido el terror de que el hecho de respaldar la huelga, trajese aparejada la
posibilidad de que los propietarios pudiesen examinar otras alternativas para sus
plantas fuera de España.
No, no me lo creo. Aquí ha tenido que existir algún tipo de coacción o amenaza.
Y ya, para rematar, bajeza y mezquindad
utilizando de forma repugnante el nombre de los trabajadores. Leo en un diario
digital, que varios miembros de un piquete entraron en un restaurante en
Granada, pidieron varios platos, comieron, bebieron y antes de marcharse del
local sin abonar la cuenta dejaron junto a la factura una servilleta con el siguiente
texto:
Creemos que existen razones
para no utilizar el dinero en el día hoy, somos simpatizantes con su negocio,
pero somos simpatizantes más con la huelga general, muchas gracias por la
comprensión.
Me temo que tanto desde UGT como desde CCOO,
se entiende legítimo y no punible el modus operandi de los piquetes. Es decir,
el que decide trabajar o abrir su negocio durante una jornada de huelga, es el
enemigo y por tanto se justifica plenamente el uso de la violencia física o
verbal contra él o sus bienes. Prueba empírica de ello es que en todos los
episodios de insultos y amenazas proferidos contra los que deciden trabajar o en
aquellos otros en los que se destrozan los bienes de los que abren su
negocio, los agresores no sienten temor alguno por aparecer siempre
identificados con las banderas de sus respectivas organizaciones. Y la actitud
de matón del Secretario General de la Federación de Servicios Públicos de
UGT-Valencia nos lo pone en bandeja. No es el comportamiento de un antisistema
de extrema izquierda el que vemos en el vídeo de más atrás, ni el de un
perroflauta, ni el de un estudiante radical, sino el de un miembro cualificado
y relevante de UGT, por lo que es muy fácil concluir que las actuaciones de los
piquetes, tal y como las conocemos, cuentan con el aval y el aliento del apparatchik
sindical.
Total que como “contra factum non valet
argumentum”, me quedo con la sensación de que sin la acción coercitiva y
despreciable de los piquetes, la huelga general no la habría secundado casi
nadie, aparte de los liberados sindicales y sus familiares.
Lo triste es que estoy casi seguro que bastaría una palabra de la dirección de ambas centrales sindicales prohibiendo estos comportamientos a sus militantes y liberados, para que se convirtiesen en episodios aislados y no en la vergonzosa realidad a la que nos tienen acostumbrados.