El pasado 9 de mayo, se publicaba en el diario británico The Economist un artículo que pone blanco sobre negro en la actuación de Syriza desde que dirige el gobierno heleno. Subo al blog esta traducción libre porque aunque se refiere a Grecia, señala claramente en mi opinión varias cosas aplicables al estado español. Una, lo que nos espera con los marxistas leninistas de Podemos, esto es, el desastre. Dos, lo que nos puede ocurrir si gente que "jamás ha estado al frente de algo", me refiero entre otros a Pedro Sánchez y a Albert Rivera puedan tener que dirigir España. Tres, la realidad empírica de que Mariano Rajoy Brey, -ni siquiera el PP-, es la mejor garantía para asegurar la estabilidad política que necesitamos y terminar de apuntalar un crecimiento económico irresponsablemente cuestionado por más de uno. No se trata de tu ideología, sino de lo que más interesa a la España del futuro de tus hijos.
Ahí va. Lo que está subrayado es porque no he encontrado una traducción con sentido
La
lamentable saga de Syriza
En sus primeros cien días de gobierno ha
fracasado estrepitosamente. Crisis a la vista.
En
los últimos meses las paredes de la Fundación B. & M. Theocharakis en
Atenas se han forrado con recuerdos del apoyo europeo a la libertad de Grecia.
“Filohelenismo”, una exposición, narra la historia del respaldo material y
moral que románticos como el poeta inglés Byron prestaron a Grecia durante su
lucha de independencia contra los otomanos. Las resonancias contemporáneas son
evidentes. Con algunos niños a su alrededor, Dimitra Varkarakis, que junto a su
esposo Michael es propietaria de las obras expuestas, señaló una pintura
alemana. Una niña se paró en seco. "Pero ¿no estamos peleándonos con
Alemania?", preguntó. "No", respondió la señora Varkarakis.
"Todos somos amigos." Después de relatar esta historia echó un ojo a Carlomagno
con mirada seria. "Los europeos", sentenció, "deben quererse
unos a otros."
Este
es un noble objetivo, pero últimamente algunos europeos han tenido que hacer verdaderos
esfuerzos solo para hablar el uno con el otro. Hace dos semanas, a la
finalización de una reunión particularmente desastrosa, Yanis Varoufakis,
ministro de Finanzas de Grecia, declaró que daba la bienvenida al odio dirigido
contra él en la zona euro. Sin embargo, después de más de tres meses de
negociaciones infructuosas con el Sr. Varoufakis, las reservas de filohelenismo
entre los socios de Grecia se han quedado completamente a cero. "Están
viviendo en una tierra de castillos en el aire", dice un funcionario de
Bruselas.
Tal
vez haya sido una ingenuidad esperar algo distinto. Hace unos cuantos años,
muchos de los hombres que ahora están al mando, pasaban el tiempo discutiendo las
contradicciones del capitalismo con una taza de café en una mano y con un
cigarrillo en la otra. Pocos de ellos han estado jamás al frente de algo y
mucho menos al timón de un gobierno. Sus contactos a nivel europeos eran
escasos y limitados. Syriza, un partido que por lo general sólo obtenía el 3-4
% de los votos, transformó sus expectativas como consecuencia de la calamitosa
situación económica que viene atravesando Grecia. En 2012 estuvo a punto de tocar
poder. Después de las elecciones de enero, los mejores resultados obtenidos le
han permitido formar una coalición de gobierno.
Syriza, bajo la dirección del nuevo primer ministro, Alexis Tsipras, ofreció promesas
atractivas a un país maltratado por la recesión y humillado por años de tutela
a manos de burócratas extranjeros. Tsipras prometió dar al traste con los
planes de rescate, devolver la dignidad a los griegos y mantener el euro (como desean
la gran mayoría de sus compatriotas). Grecia también podría, -auguraban los
ministros-, cambiar las reglas de gobierno de la zona euro para beneficio de
todos los europeos.
Tres
meses después, las dos primeras promesas están hechas jirones, la tercera se tambalea
y la cuarta es una broma de mal gusto. Menos de un mes después de las
elecciones, Grecia acordó extender su segundo rescate hasta finales de junio
con la esperanza de asegurar los 7200 millones € que quedan pendientes. La
arrogante estrategia negociadora desplegada desde entonces por el señor Tsipras
y por el señor Varoufakis, puede haberles servido muy bien para jugar en casa, pero
en el extranjero esta actitud no ha generado más que desconfianza y desprecio
para el país heleno.
Esto
ha traído dos consecuencias. Una, que las condiciones asociadas a los préstamos
adicionales que Grecia necesita serán aún más onerosas. Dos, que los
arquitectos de los rescates, que erraron al insistir en forzar la austeridad en
las economías deprimidas, parecen ahora más seguros que nunca en sus
argumentos. "Syriza ha hecho un terrible servicio a todos los que han
estado tratando de cambiar el debate en Europa", comenta Loukas Tsoukalis,
presidente de Eliamep, un think-tank griego.
La
salida de Grecia del Euro es todavía poco probable. Pero no es de extrañar que haya
gente planeándola. Al no haber recibido dinero de rescate desde agosto de 2014,
el gobierno ha atacado los fondos municipales, retrasando pagos a proveedores
para poder mantener la cabeza fuera del agua. Pero no puede continuar
provocando sobresaltos con la aproximación de cada vencimiento de pago al FMI o
de pensiones. Funcionarios en Bruselas y Atenas coinciden en que Grecia no aguantará
más allá del mes mayo sin ayuda. Después de eso se enfrenta a enormes pagos al
Banco Central Europeo en julio y agosto, para lo cual puede ser necesario un
tercer rescate.
Eso tiene mentes concentradas. El señor Varoufakis, cuyas bravatas han
enfurecido a los ministros de Finanzas del Eurogrupo, ha sido apartado. Las
conversaciones en Bruselas están descendiendo al detalle. Algunos mantienen la
esperanza de alcanzar pronto un acuerdo (si no antes de la reunión del
Eurogrupo el 11 de mayo). Pero Syriza insiste en que no va a traspasar sus
líneas rojas: recortes de pensiones y las normas que rigen los despidos (en
este último, tiene medio punto ) .
Todas las opciones que se le presentan al
señor Tsipras pintan mal. Podría retrasar el pago al FMI para ganar tiempo. Podría
continuar con el juego del pollo, quizá imponiendo controles de capital en los
bancos griegos. O podría hacer un kolotoumba (voltereta), plegándose a las
demandas de los acreedores por el bien de la membresía en el euro de Grecia, lo
cual podría requerir un referéndum y también podría significar romper su propio partido. Hay un gran número de posibilidades, pero de una manera u
otra un ajuste de cuentas es inminente.
Soñando
que Grecia aún podía ser libre
¿Cómo se explica la intransigencia de
Syriza? Observadores griegos ofrecen una amplia gama de respuestas: la
incompetencia, anteojeras ideológicas, la intención de satisfacer las demandas
internas de firmeza. También señalan que Syriza puede haber sobrevalorado su apuesta,
pero cualquiera que sea la razón, la incertidumbre le ha salido muy cara a Grecia.
El año pasado volvió a crecer; esta semana la Comisión Europea recortó su
pronóstico para 2015 a sólo el 0,5 % , y se asume que el acuerdo se llevará a
cabo. El gobierno está sin blanca, la inversión extranjera se ha secado y el
pequeño superávit fiscal primario ha sido aniquilado, elevando aún más la
perspectiva de la odiada austeridad.
Encima, la esperanzas de que Syriza pudiese
abordar y corregir las patologías crónicas del estado griego han descendido
notablemente. El gobierno no ha podido serrar los colmillos de los oligarcas
del país y está revirtiendo algunas reformas valiosas puestas en marcha en los
últimos años. Una enfermedad griega muy antigua, el clientelismo, parece tan
penetrante como siempre. Potami, un partido liberal, descubrió que 11 de los 13
directores regionales de educación nombrados por el gobierno eran miembros
Syriza. (Sólo uno de los demás pertenecía a su socio de coalición)
En casi todos los sentidos, Syriza ha
traído lo contrario de lo que prometió. Ofreció terminar con la depresión en
Grecia, pero en cambio, el crecimiento se ha desplomado. Aseguró que iba a
poner fin a la política de austeridad en Europa, pero han hecho más por
envalentonar a sus partidarios que lo que cualquier alemán podría haber
esperado. Se comprometió a deshacerse de los malos hábitos de los viejos
partidos y parece en cambio que los ha recuperado. De vuelta en el museo de
Atenas, hojeando un catálogo de su colección “Filohelenismo”, el señor
Varkarakis es pesimista. "Hace doscientos años, todo el mundo amaba a
Grecia", -dice- “ahora ... su voz se apaga.”
Todo esto lo clavó Schäuble el primer día: “hacer promesas con el dinero de los demás no es realista”. Y en eso se resume todo. El Sr. Iglesias decía este fin de semana, hablo de memoria, que la política es “conmoción”. Igualito, igualito que el ideario revolucionario de Syriza: conmoción, siempre que se trate del dinero de los demás. Cuando es tu bolsillo el que quieren saquear, entonces la conmoción se vuelve algo desagradable, repugnante, injusto. Lo dicho, el Ministro alemán lo clavó desde el minuto uno y le llovieron chuzos de punta por decir una verdad como un templo. Así nos va.
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