"¿O cómo puedes decir a tu
hermano: Hermano, déjame sacar la paja que está en tu ojo,
no mirando tú la viga que está en el ojo tuyo? Hipócrita,
saca primero la viga de tu propio ojo, y entonces verás bien para
sacar la paja que está en el ojo de tu hermano."
Viene esto a cuento de que Bárcenas, en definitiva, es un tipo que presuntamente se ha
quedado con 50 millones que le han entregado unos ciudadanos particulares
apellidados Pérez, Rodríguez, Sánchez y López, a cambio de promesas futuras de
esto, lo otro y lo de más allá, mientras que el montante de los ERE de
Andalucía asciende a 1.000 millones de euros de todos los españoles cuyo destino era la cobertura presupuestaria de trabajadores desempleados, y que sin embargo han sido
gastados en favorecer a los amigos, en copas, fiestas y drogas. Cualquier persona
entiende que la titularidad de los dineros de los que se reclama explicación y
la más que sustancial desigualdad entre sus importes, marcan una diferencia nada sutil entre ambos
casos, ¿o no?.
Todo lo que he escuchado por la radio o leído en los
periódicos respecto de Bárcenas hasta ahora, coincide en la nula relevancia
penal para el PP de sus famosos papeles. Si acaso podría derivarse
responsabilidad moral y/o política, pero posibilidades de una sentencia
condenatoria por financiación ilegal del PP, no parece que haya muchas.
En cambio, de confirmarse las investigaciones realizadas por
la jueza Alaya, -el ex Interventor General de la Junta de Andalucía, Manuel
Gracia ratificó ante ella que José Antonio Griñán había cebado sin descanso la
partida presupuestaria de los ERE, que la Intervención "advirtió hasta 15
veces de las irregularidades que se estaban produciendo en la gestión de las
subvenciones del programa 31.L", más conocido como 'fondo de reptiles',
"y ninguno de los destinatarios de las auditorías hizo absolutamente nada
durante casi diez años para corregirlas, cuando podían haber terminado con el
nido de corrupción en 24 horas, si hubieran tenido voluntad de hacerlo"-, estaríamos
antes el mayor caso de corrupción política desde 1978, como mínimo.
Sin embargo, la indignación y repulsa ciudadana sólo lleva
al “pueblo” a manifestarse en las puertas de la calle Génova, nunca en las de Ferraz.
Una persona que desde la más pura honestidad democrática siente el
impulso irrefrenable de salir a la calle a protestar por un episodio de
corrupción política como el de Bárcenas, –el pasado 9 de julio 500 personas se
concentraron en Génova coreando gritos como “¡PP, ladrones, queremos
dimisiones!” o ''¡Rajoy y Cospedal, a Soto del Real!''-, tiene necesariamente
que haberlo sentido también y con más motivo, para hacerlo en Ferraz por el
caso de los ERE, pero lo cierto es que no ocurre así y este hecho concreto me
parece la prueba evidente de lo impostado de esa pública irritación, de la
falsedad de todas estas concentraciones, de que todo está calculado y nada hay
de espontáneo, de que se trata de un montaje dirigido a lo de siempre, a
desacreditar la legitimidad democrática del gobierno del PP y a intentar ganar
en la calle, lo no conseguido en las urnas. La convocatoria de estas acciones
de protesta exclusivamente ante las sedes del PP, solo puede entenderse como agitación política despreciable.
La doble vara que siempre utilizan los progres
para medir las cosas cuando ellos están de por medio resulta repugnante. Entre un padre de
izquierdas que asesina a sus hijos y otro de derechas que le da un bofetón al
suyo, la manifestación de repulsa se hace en la casa de este último. El hecho
de ser de derechas lo descalifica, lo deshonra, lo deslegitima para ser un buen
padre. La gravedad abyecta del delito de parricidio tiene, necesariamente, que
ceder ante lo verdaderamente relevante y peligroso, esto es, las malignas y
nocivas ideas del padre del abofeteado adolescente.
No es el hecho en sí –el bofetón- lo que suscita ira, rabia
y desaprobación, sino la orientación ideológica del progenitor y ante ello,
cualquier otro crimen se torna irrelevante, fútil, intrascendente.
La derecha no puede gobernar por las buenas, ni siquiera si
ha ganado limpiamente unas elecciones. La democracia sólo es válida si las elecciones
las gana la izquierda
Y es que esa intolerante forma de entender la alternancia política inherente al juego
democrático, la tienen grabada a fuego en su ADN.
Lenin afirmaba que
"pueden darse
situaciones en las que los intereses de la humanidad tengan que ceder su
prioridad a los intereses de clase del proletariado". ¡Casi nada!
Francisco Largo Caballero en
1933 y en plena campaña electoral lo reconocía abiertamente cuando decía que “si
triunfan las derechas nuestra labor habrá de ser doble, colaborar con nuestros
aliados dentro de la legalidad, pero tendremos que ir la guerra civil declarada”.
Y triunfaron limpiamente las derechas y
tuvimos una guerra civil.