10 dic 2014

De paseo por la ciudad

Este domingo pasado volví a salir temprano con la cámara en ristre. Y el lunes que era fiesta también. El domingo preferí hacerlo con el coche porque entre el nuberío gris que invadía el cielo de la ciudad y el fresquito de primera hora, la conducción en moto se me hizo poco atractiva. El lunes lo hice con la moto.

El coche gana a comodidad y la moto triunfa en eficacia. Con el primero me da pereza salir de la ciudad, fundamentalmente porque parar en el arcén por las carreteras del interior de la isla para tirar una foto resulta dificultoso, así que estuve dando vueltas por la capital. Necesitaba algunas fotos del hospital Doctor Negrín y de algunos otros edificios emblemáticos para un vídeo montaje que tengo a medias.

Tengo dos primas hermanas que emigraron a Venezuela con sus padres allá por el principio de los años sesenta. Las conocí por primera vez en 2008 que visitaron Gran Canaria. Después de tanto tiempo fuera, mi padre les hizo un pequeño tour por la ciudad para que viesen cómo había cambiado desde entonces. Cuando llegaron al Doctor Negrín quedaron abrumadas. No podían creer que semejante edificio fuera un hospital perteneciente a la red sanitaria pública, accesible para todos. Creo recordar que mi padre me comentó que el hospital había sido lo que más les había impactado de todo el paseo.


La verdad es que es una construcción impresionante. Estuve haciendo fotos dentro del recinto, pero se me acercó un vigilante de seguridad que amablemente me dijo que había que solicitar permiso previo para ello.

Había muy poca actividad en el campo de golf que hay justo al lado. No creo que fueran ni las nueve y media
 

 
Estas fotos son de la salida que hice el lunes con la moto. Dos tomas del edificio Granca.
 
No sé si este edificio tienen nombre. Está en la calle Franchy y Roca y en los bajos hay o había una oficina del Gobierno Autónomo.
Justo al lado, la fachada de otro inmueble presentaba este dibujo que me llamó la atención. Creo que es un bar de copas.

Seguí hacia el parque de Santa Catalina. 
Ironic mode on: Como siempre desde hace meses, tengo que rendirme sin condiciones y transmitir mi más sincera enhorabuena a los responsables políticos encargados de la promoción turística. A los del Ayuntamiento, a los del Cabildo y a los de la Comunidad Autónoma, sin cuyo concurso inestimable no habría podido organizarse de manera tan eficaz el recibimiento a los cruceristas que cada fin de semana vienen invadiendo nuestra capital y que el lunes día ocho de diciembre desembarcaban en nuestro puerto. Estoy seguro que otros fines de semana esta oficina de Turismo está cerrada, pero como pueden comprobar en esta imagen, ampliamente descriptiva, la actividad febril desplegada por las azafatas, la presencia de numerosos guías turísticos ofreciendo sus servicios, los rostros amables y sonrientes con que todos ellos se preparaban para recibir a nuestros visitantes, que desorientados al desembarcar, se sentían indudablemente atraídos por el cartel con la letra "i", de información, que corona a la oficina, hacen que como ciudadano sienta verdadero orgullo al comprobar la eficiente tarea desarrollada por nuestros representantes políticos para impulsar la promoción turística de nuestra ciudad. Ironic mode off


La oficina turística cerrada a cal y canto con dos cruceros acabados de atracar a menos de 500 metros. Aquí uno de ellos.



Estas cosas me ponen de mala uva y así me largué del parque con dirección a la playa de Las Canteras. 

Otro edificio del Gobierno de Canarias que me cogió de camino.
Me acerqué hasta la Playa Chica. No había casi nadie, pero es que el tiempo tampoco ayudaba.
Y en esas estaba, tirando fotos aquí y allí......

cuando empecé a escuchar el sonido claro y nítido de una trompeta interpretando "Blanca Navidad". Sonaba muy cerca y ahí, al principio de la calle Nicolás Estévanez estaban dos extranjeros que daban la impresión de vivir entre nosotros desde hacía bastante tiempo, en un tercer piso, uno a la trompeta y otro al acordeón. Había pasado por aquel sitio diez o quince minutos antes y me extrañó ver gente que se reunía cerca de la esquina mirando hacia arriba. Estaban esperando algo que parecía se venía repitiendo desde hacía cierto tiempo como comprobé más tarde. Tengo que reconocer que sonaron genial. La potencia tremenda de la trompeta inundaba aquella parte del barrio, acompañada por el sonido más sutil del acordeón que aunque se veía superado por el timbre soberbio de la primera, no le impedía hacerse notar con una elegancia sobresaliente.
La ejecución fue perfecta y creo que nada podría haberlo mejorado. Ni una voz, ni una guitarra. El público lo agradeció con creces y ellos devolvieron el mismo agradecimiento manteniéndose en la ventana durante los más de cinco minutos que duraron los aplausos. 
He recortado las fotos de tamaño, pero al igual que se ven algunos vecinos asomados en los pisos inferiores también se veían asomados a los superiores. A ver si el año que viene me acuerdo y me vuelvo a pasar por allí. 


La ocasión de disfrutar de aquella inesperada versión de "Blanca Navidad" fue lo mejor de toda la jornada.

A las doce y media aparcaba la moto en el patio de mi casa.

 

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