A
pesar de lo dicho en el artículo anterior y en lo que me reafirmo, -mi mujer se
lo pasó fenomenal y eso me basta- el viaje a Barcelona tiene también otra
lectura más personal y reposada.
Insisto, a mi me pone malo viajar. Ya sé que para muchos es apasionante y hasta conmovedor en ocasiones, pero, qué le voy a hacer, es algo que no me cautiva en absoluto. Hay otras personas a las que no les gustan los caracoles o el pimiento o los callos a la madrileña –hasta que prueben los de mi madre- y la generalidad del mundo lo comprende.
Así que para qué vamos a estar con medias tintas. Hablando “en plata”, este viaje me viene tocando los “güevos” desde que el día de salida me levanté a las cuatro de la mañana para coger el vuelo de las 07:00 horas. A las cuatro y cinco sólo deseaba estar de vuelta. Me desagrada tener que despertarme de madrugada para ir a un Aeropuerto, aunque me molesta igual tener que ir a otra hora. Duermo mal la noche antes. No me resultan emocionantes los preparativos que implica un viaje, ni tener que hacer una lista con las cosas que debo llevarme. Luego llego a destino tras tres horas sentado en un avión y me incomoda sobremanera encontrarme en una ciudad desconocida que me importa un comino, en la que todo es extraño, ajeno y en la que nada me interesa conocer. La maneta del agua caliente y de la fría de la ducha del hotel no funcionan igual que la mía, la almohada tampoco es la mía, ni el mando de la tele, ni los canales disponibles y me veo ineludiblemente condenado a tener que destinar recursos para buscar la manera de orientarme una vez estoy en la calle. ¿Dónde comer? ¿dónde cenar? ¿se irá por aquí o por allí? ¿en guagua o en metro? ¿dónde está la parada? ¡Fuerte agobio más chungo!
Y luego en todos los viajes siempre hay frases o palabras que sólo profetizan crueles y perniciosos suplicios. En este viaje hubo dos. Una, “ya que estamos aquí hay que ir a………” “He ido a” lo que no está escrito. La otra es "outlet", es decir, tienda-que-vende-ropa-zapatos-blusas-a-precio-de-saldo. Leer esa publicidad en cualquier escaparate sólo prometía terribles sufrimientos.
Por describir con precisión el alcance real y tangible de esta frase y de aquella palabra, basta con saber que mi nuevo móvil tiene una aplicación de salud que contabiliza los pasos que doy cada día. Me recomienda dar 10 mil diarios. Solo he superado esta cifra una vez desde que lo compré el pasado julio. El primer día en Barcelona di 25 mil. ¿Y cuántos kilómetros son 25 mil pasos?........ Yo también me lo pregunté con curiosidad superlativa, sobre todo tras comprobar cómo me dolían los pies…….. Son 19’5. El segundo día fueron 16 mil pasos, 12’4 kilómetros. El tercero 19 mil, 15 kilómetros. El cuarto 25 mil, 19’5 y el quinto 20 mil, 15 kilómetros……………"¡Oye pues qué divertido es todo esto! ¿Cuándo volvemos?"
Insisto, a mi me pone malo viajar. Ya sé que para muchos es apasionante y hasta conmovedor en ocasiones, pero, qué le voy a hacer, es algo que no me cautiva en absoluto. Hay otras personas a las que no les gustan los caracoles o el pimiento o los callos a la madrileña –hasta que prueben los de mi madre- y la generalidad del mundo lo comprende.
Así que para qué vamos a estar con medias tintas. Hablando “en plata”, este viaje me viene tocando los “güevos” desde que el día de salida me levanté a las cuatro de la mañana para coger el vuelo de las 07:00 horas. A las cuatro y cinco sólo deseaba estar de vuelta. Me desagrada tener que despertarme de madrugada para ir a un Aeropuerto, aunque me molesta igual tener que ir a otra hora. Duermo mal la noche antes. No me resultan emocionantes los preparativos que implica un viaje, ni tener que hacer una lista con las cosas que debo llevarme. Luego llego a destino tras tres horas sentado en un avión y me incomoda sobremanera encontrarme en una ciudad desconocida que me importa un comino, en la que todo es extraño, ajeno y en la que nada me interesa conocer. La maneta del agua caliente y de la fría de la ducha del hotel no funcionan igual que la mía, la almohada tampoco es la mía, ni el mando de la tele, ni los canales disponibles y me veo ineludiblemente condenado a tener que destinar recursos para buscar la manera de orientarme una vez estoy en la calle. ¿Dónde comer? ¿dónde cenar? ¿se irá por aquí o por allí? ¿en guagua o en metro? ¿dónde está la parada? ¡Fuerte agobio más chungo!
Y luego en todos los viajes siempre hay frases o palabras que sólo profetizan crueles y perniciosos suplicios. En este viaje hubo dos. Una, “ya que estamos aquí hay que ir a………” “He ido a” lo que no está escrito. La otra es "outlet", es decir, tienda-que-vende-ropa-zapatos-blusas-a-precio-de-saldo. Leer esa publicidad en cualquier escaparate sólo prometía terribles sufrimientos.
Por describir con precisión el alcance real y tangible de esta frase y de aquella palabra, basta con saber que mi nuevo móvil tiene una aplicación de salud que contabiliza los pasos que doy cada día. Me recomienda dar 10 mil diarios. Solo he superado esta cifra una vez desde que lo compré el pasado julio. El primer día en Barcelona di 25 mil. ¿Y cuántos kilómetros son 25 mil pasos?........ Yo también me lo pregunté con curiosidad superlativa, sobre todo tras comprobar cómo me dolían los pies…….. Son 19’5. El segundo día fueron 16 mil pasos, 12’4 kilómetros. El tercero 19 mil, 15 kilómetros. El cuarto 25 mil, 19’5 y el quinto 20 mil, 15 kilómetros……………"¡Oye pues qué divertido es todo esto! ¿Cuándo volvemos?"
En fin, que un día cualquiera de mi rutina diaria habitual es infinitamente más satisfactorio y gratificante que cinco en Barcelona o en Nueva York o en La Palma o incluso en la exótica Ulán Bator, capital de Mongolia, en donde se ofrecen unas rutas turísticas en yak que dicen son super excitantes. Uno sólo de mis días le da treinta vueltas a Barcelona y nada, repito, nada en absoluto de lo que he visto, fotografiado o comido en este viaje, habiendo sido todo bueno, tiene nivel suficiente como para haberme hecho salir voluntariamente de mi casa. Ni loco se me habría ocurrido planear algo semejante. No me resultó atractivo ni interesante conocer el parque Güell, que me pareció en medio bluff, ni la Sagrada Familia, -lo primero que se me vino a la cabeza mientras hacía fotos de detalle de una de sus fachadas es que Gaudí tenía que estar como una cabra-, ni el Raval, ni el barrio Gótico, ni aquella catedral en la que los chinos hacían fotos hasta a la gente que se estaba confesando dentro del confesionario, ni la zona vieja ni la nueva del puerto, ni la Barceloneta……¡por favor!..........¿el mercado de la Boquería?.........pero ¡vamos a ver! ¿qué rayos se me perdió a mi allí?.
En conclusión, el trastorno que me supone un viaje que me obliga a salir de mi entorno y a romper mi rutina, no merita la visita pero ni de coña y si encima lo comparo con un medallón de solomillo medio hecho con un balde de papas fritas y una botella de vino sentado tranquilamente en mi casa……….los viajes se puede ir a freir bogas.
Aquí dejo un video un vídeo de 4 minutos bastante descriptivo.
Aprovechando el centenario del nacimiento de Frank Sinatra hay una primera pista de audio de 2’10” de duración titulada “Love and Marriage”, (Amor y Matrimonio) interpretada por "La Voz" y que se prestaba perfectamente a la ocasión.
Medio segundo después de que Frank termine de cantar, empieza una mezcla de audio un poco chapucera, pero que sin embargo expresa con todo su alcance y amplitud el momento más feliz de todo el viaje. Hay mucha información en esos últimos 64”.
Es 1080 HD