Hace
un par de meses a mi mujer le entró la matraquilla de conocer Barcelona. Como a
mi viajar no me agrada en absoluto, tan pronto me informó de sus descabellados
planes me negué en redondo y con enérgica e inflexible firmeza le advertí señalándola con mi dedo índice: “¡Que te quede claro, ni de bromas voy a
salir de viaje a ningún lado!”
El
martes pasado día 8 de diciembre, el vuelo VY-3000 de la compañía Vueling nos
traía de vuelta a Gran Canaria después de cinco días en la capital de Cataluña.
De jueves a martes. (Léase con derrotado pesar) ¡No somos nada!
Barcelona
es una ciudad espectacular, llena de calles infinitamente largas y amplísimas
avenidas con
hasta 6 carriles en un sólo sentido, más un carril bici y dos aceras a los
lados de 10 metros de ancho...todo.........en la misma vía.......
Un compañero de trabajo me había comentado, “vas a un parque temático” y desde luego, lo que vimos de Barcelona era exactamente eso.
Reconozco que gracias al mar me encontré mejor que en Madrid. El frío y la humedad son más parecidas a las nuestras aquí. Nunca se me secó el interior de la nariz como me ocurre siempre con el clima madrileño.
Hay gente por todos lados a todas horas. Fruterías, peluquerías, tiendas de ropa y supermercados “Spar” y “Supercat” abiertos a las 23:18 y las calles abarrotadas de gente a esa hora.........miles de personas...........Cruzaba por una, miraba al paso de peatones que había mil metros más adelante y allí había otra muchedumbre cruzando……..El volumen de turismo que visita la ciudad Condal es descomunal. Gente de todo el mundo la inundaba. Rusos, norteamericanos a montones, italianos también había muchísimos, franceses, alemanes y españoles, pero el turismo chino, en grupos de hasta treinta orientales se llevaba la palma. Incluso llegaron a resultarme agobiantes en algunos momentos.
Estuvimos en el Ayuntamiento de Barcelona. Visitamos la sala de plenos del Consistorio y la famosa sala del Consejo de Ciento y coincidimos en que Ada Colau ni se lo cree. Y en la Sagrada Familia pero no entramos por la cantidad de gente que había. También en el Parque Güell donde pagamos una entrada de ocho euros por barba para acceder. Dentro del parque hay tres edificios diseñados por Gaudí que son visitables. Uno de ellos es la casa en la que vivió el propio arquitecto catalán. Es la primera construcción que uno se encuentra al principio del parque. Mi mujer fue a entrar a verla, pero…..había que pagar otra vez: “la visita a esta vivienda no está incluida en el precio de la entrada. Es un precio extra de 5 euros.” Con la compresión propia que exigen estas situaciones, declinamos con respeto el ticket de 5 euros que nos ofrecían y no entramos. La visita a la otra si estaba cubierta por los ocho euros. Tras 25 minutos de cola, entramos en una casa vacía, sin un solo mueble, con un proyector repitiendo un bucle de imágenes de principios del siglo XX en una habitación y paneles con recortes de periódicos de 1907 en otras. La tercera la habían convertido en una tienda de souvenirs.
Nos habían recomendado un par de bares en el mercado de La Boquería. “Pinotxo”, era uno de ellos. Nos fue imposible conseguir sitio. No cabía un alma todos los días que lo intentamos.
Un compañero de trabajo me había comentado, “vas a un parque temático” y desde luego, lo que vimos de Barcelona era exactamente eso.
Reconozco que gracias al mar me encontré mejor que en Madrid. El frío y la humedad son más parecidas a las nuestras aquí. Nunca se me secó el interior de la nariz como me ocurre siempre con el clima madrileño.
Hay gente por todos lados a todas horas. Fruterías, peluquerías, tiendas de ropa y supermercados “Spar” y “Supercat” abiertos a las 23:18 y las calles abarrotadas de gente a esa hora.........miles de personas...........Cruzaba por una, miraba al paso de peatones que había mil metros más adelante y allí había otra muchedumbre cruzando……..El volumen de turismo que visita la ciudad Condal es descomunal. Gente de todo el mundo la inundaba. Rusos, norteamericanos a montones, italianos también había muchísimos, franceses, alemanes y españoles, pero el turismo chino, en grupos de hasta treinta orientales se llevaba la palma. Incluso llegaron a resultarme agobiantes en algunos momentos.
Estuvimos en el Ayuntamiento de Barcelona. Visitamos la sala de plenos del Consistorio y la famosa sala del Consejo de Ciento y coincidimos en que Ada Colau ni se lo cree. Y en la Sagrada Familia pero no entramos por la cantidad de gente que había. También en el Parque Güell donde pagamos una entrada de ocho euros por barba para acceder. Dentro del parque hay tres edificios diseñados por Gaudí que son visitables. Uno de ellos es la casa en la que vivió el propio arquitecto catalán. Es la primera construcción que uno se encuentra al principio del parque. Mi mujer fue a entrar a verla, pero…..había que pagar otra vez: “la visita a esta vivienda no está incluida en el precio de la entrada. Es un precio extra de 5 euros.” Con la compresión propia que exigen estas situaciones, declinamos con respeto el ticket de 5 euros que nos ofrecían y no entramos. La visita a la otra si estaba cubierta por los ocho euros. Tras 25 minutos de cola, entramos en una casa vacía, sin un solo mueble, con un proyector repitiendo un bucle de imágenes de principios del siglo XX en una habitación y paneles con recortes de periódicos de 1907 en otras. La tercera la habían convertido en una tienda de souvenirs.
Nos habían recomendado un par de bares en el mercado de La Boquería. “Pinotxo”, era uno de ellos. Nos fue imposible conseguir sitio. No cabía un alma todos los días que lo intentamos.
En cuanto llegamos al Paseo de Gracia y a las Ramblas.....a
mi mujer dejaron de afectarle cuestiones terrenales como el cansancio o el
hambre o la sed. A mi sin embargo, no. Entramos en más tiendas de las que he entrado aquí en toda mi
vida. Me tuvo en la calle jornadas de 8 y hasta 10 horas sin parar. No sé ni
cuántas veces subimos y bajamos ese Paseo, ni cuántas las Ramblas. Cenamos como salvajes todas las noches y no hemos engordado ni un gramo.
Paseamos por el Raval, por el Barrio Gótico y visitamos la Catedral de Barcelona en la que nadie en su sano juicio puede rezar. Frente
al edificio de la Generalidad nos pilló una manifestación de “Catalanes por
España” a la que por supuesto, nos unimos. Vimos la zona nueva y la vieja del
Puerto, la Barceloneta, la estatua de Colón, la Casa Batlló y la Casa Milá, conocida como "La Pedrera" y hasta el interior de la Capitanía
General de Cataluña que celebraba unas jornadas de puertas abiertas y que te recibía engalanada de esta guisa. Uno de los
momentos más gratificantes del viaje sin duda
La hostelería en Barcelona está copada por trabajadores latinoamericanos super educados y amables en el trato. Los catalanes/as con los que tuvimos que
lidiar al entrar en bares o comercios, al coger la guagua o un taxi, se
mostraban correctos, pero secos y distantes, como si les debieses algo. También
dimos con otros encantadores, pero reconozco que
fueron menos. En el restaurante “Bosque Palermo”, calle Valencia, 163 fuimos tratados magníficamente por sus camareros catalanes. Las cuatro últimas
noches cenamos allí.
Por
otro
lado, Dios Nuestro Señor en su infinita sabiduría, -sus designios son
inescrutables- no ha sido particularmente generoso con las mujeres de
aquella capital peninsular,
porque uno se sienta en una terraza de la avenida de Las Canteras
durante una
hora y ve más gran canarias guapas que todas las barcelonesas que vi en
cinco
días. La mayoría de las que me crucé por la calle eran o poco agraciadas o
muy poco
agraciadas.
En fin, que lo
más positivo es que vengo con la certeza plena de que mi mujer se lo pasó
fenomenal y ese hecho concreto hace que lo demás se vuelva irrelevante. ¿Cuánto costó todo? ¡Por favor! ¡No hay precio si de la felicidad de mi santa se trata! Me
limité a cumplir las instrucciones que iba recibiendo del mando con una sonrisa
en la boca y a ir tachando secretamente los días que faltaban para volver a
casa.
Eso sí, aún estábamos en el Aeropuerto del Prat cuando le dije que después de lo heroico de mi gesta viniendo a Barcelona, hasta el 2020 no saldría de Gran Canaria, e inmediatamente me comunicó que Sevilla nos espera el añó próximo por estas fechas.........y entonces, una alegría desmedida inundó mi corazón.
¿Tu mujer no lee el Blog?
ResponderEliminarMuy entretenido tu relato, debes viajar más en lugar de ir a tantos conciertos, porque las crónicas de estos últimos no me entretienen como la de los viajes (y eso que no hay sexo).
Ehhh, ... ¿y todavía te dura la alegría de saber que el próximo año viajarás a Sevilla? :-D :-D Pero si tienes que reconocer, hombre, que en esta ocasión te lo pasaste muy bien.
ResponderEliminarEres un quejica!! Hermano mio!!
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.
ResponderEliminarHa sido un relato muy ilustrativo, lleno de curiosidades, y sobre todo lo mucho que disfrutaste, el mucho deporte realizado que bien te vale para todo un año.
ResponderEliminarTranquilo, ya solo te queda esperar por el de Sevilla, su catedral y como no, el paseo en carro tirado por dos magnificos corceles.