Por precaución -yo no sabía cómo se estibaban las motos en el interior del barco- llevaba una toalla vieja para proteger el depósito de las cinchas con las que presumiblemente iban a fijar mi moto al suelo, pero no hizo falta. El personal del barco se notaba que estaba muy acostumbrado a estas tareas y las cinchas las fijaron al chasis. La tensaron de tal manera que quedó pegada al piso como una roca. El trayecto fue magnífico. El barco no se movió en absoluto.
Y atracamos en el puerto de Tenerife. La capacidad de estiba de mi nueva Honda es igual a cero por lo que todo mi equipaje lo llevaba en una mochila. Me la puse a la espalda, agarré el casco y los guantes y baje a la cubierta del garaje a coger la moto. Calor asfixiante.
Fui hasta el hotel a dejar el equipaje en la consigna. Tengo que reconocer que en mi casa y con la ayuda de los mapas de Google había hecho virtualmente el recorrido desde el muelle de Santa Cruz hasta el hotel tantas veces que llegué a la primera y sin problemas.
Me quedé con la cámara de fotos, dejé todo lo demás y fui a cumplir el primer punto de mi plan: visitar a los compañeros de trabajo que ya me habían advertido, “como vengas a Tenerife y no te pases por las oficinas para ir a desayunar juntos más vale que te prepares”. Y allí me presenté. Me enseñaron las instalaciones, conocí en persona a varios de ellos con los que hablo por teléfono habitualmente pero a los que nunca les había puesto cara y me invitaron a desayunar.
Muy pronto me di cuenta que en Tenerife la gente circula a bastante más velocidad que en Gran Canaria y que también se puede conducir a 120 kilómetros por hora en muchos más tramos que aquí. Las carreteras rayan a la misma altura en ambas islas. Tenemos una magnífica red de la que estar orgullosos.
Día 1: El calor era sofocante por lo que pensé que lo mejor sería ir hacia el norte de la isla a ver si el tiempo era más fresco por allí. Craso error
Esta primera ruta fue de “tanteo y aproximación”. Muy cómoda y sin muchas curvas porque quería comprobar qué tal me orientaba mirando las señales, si era capaz de llegar a donde realmente quería llegar o como iba el consumo de gasolina y todo fue perfectamente.
Salí sobre las diez y media para evitar el tráfico de primera hora cuando la gente va al trabajo y la muchachada al colegio e institutos. El calor seguía siendo agobiante. Ponerme y quitarme el casco, guantes y chaqueta en cada parada era un medio martirio. La camiseta siempre estaba casi completamente mojada.
Quería subir por San Andrés hasta el Parque Rural de Anaga pero aquí me equivoqué por primera vez y terminé al final de un barranco sin salida en el pueblo de Igueste. Tuve que volver sobre mis pasos hasta San Andrés cuando vi que necesitaba repostar. La gasolinera más cercana era una estación Disa a la salida de Santa Cruz. De nuevo hacia atrás, pero una gratísima sorpresa fría me esperaba en la gasolinera:
Día 3: Fue el más largo y cansado de todo el viaje. 250 kilómetros
Era el día previsto para subir al Teide y a medio camino estaba cuando volví a ver que tenía poca gasolina. Consulté con Google y no había gasolineras a la vista así que tuve que desviarme de mi ruta en dirección Sur, hacia el municipio de Arafo. Allí reposté en otra estación Disa y después de mi botellita de agua de Firgas de rigor me puse de nuevo en marcha siguiendo hasta Güímar en donde paré a descansar un rato. El calor seguía siendo sofocante y había aparecido la calima. Estuve haciendo fotos de la iglesia del pueblo y tras media hora sentado y refrescándome en una de sus plazas, volví a subirme a la moto con destino al municipio de Arico.
Andaba perdido dando vueltas por Arico cuando me encontré a una pareja de policías municipales a los que pregunté si desde allí podía llegar hasta el Teide, “con esa moto no, por aquí todo son pistas de tierra, pero si bajas a la autopista, llegas a Granadilla de Abona, desde ahí subes a Vilaflor y ya luego estarás en el Teide por Boca Tauce”. Les dí las gracias por la información y antes de arrancar uno de los guindas me dijo con una media sonrisa en la boca “la carretera de Vilaflor al Teide te aseguro que te va a gustar, yo la he hecho con mi moto” y desde luego que me gustó. Fue la segunda vez en la que tiré de acelerador hasta donde sabía. La carretera estaba formidable y no me encontré absolutamente a nadie hasta que giré al Este para llegar a la base del Teide entrando por Boca Tauce. Aquí la carretera estaba llena de pinocha y de ramas de pino por lo que tuve que extremar la precaución.
Del Teide y siguiendo las recomendaciones de un guía local que estaba allí con un grupo de guiris, llegué hasta Santiago del Teide por otra carretera súper bien asfaltada que solo invitaba a acelerar aunque ya había más tráfico, sobre todo turistas. No llegué hasta el pueblo sino que bajé a la costa para ver los acantilados de Los Gigantes, hice una docena de fotos y ya de allí volví por la autopista hasta Santa Cruz. La autopista del sur chicharrero tiene tramos en los que no se ve el final. Tanto cuando bajé como cuando subí hubo momentos en los que fui a la mayor velocidad a la que había ido nunca en toda mi vida en cualquier vehículo. Por supuesto, la subida hacia el Norte con el viento de frente………..muy poco agradable igual que ocurre en Gran Canaria. Llegué al hotel verdaderamente cansado y con un dolor en las nalgas que nunca había sentido con tal intensidad.
Día 4: Fue el último día de ruta.
Salí del hotel y llegué hasta Punta del Hidalgo. Estuve un buen rato por allí haciendo fotos. El calor seguía sin remitir y por primera vez me entraron ganas de darme un baño en la playa. Paré en la plaza de la iglesia de Tegueste a descansar un rato para continuar luego hasta Tejina y Valle Guerra.
En conclusión todo fue magnífico. Recorrí unos 650 kilómetros en cuatro días. El trayecto en barco perfecto, la vuelta fue quizás un poco movida pero tampoco tanto. La moto genial, las rutas fenomenales, los desayunos y las cenas en el hotel sobresalientes. La gente a la que pregunté en Tenerife por dónde ir o cómo llegar a algún sitio, amabilísima, lástima el incidente de las iglesias laguneras pero por lo demás, intentaré repetir.