Ya he dicho varias veces que me encanta leer la prensa británica cuando uno de los nuestros sobresale en alguno de los torneos deportivos que se celebran en el Reino Unido. Ayer fue Carlos Alcaraz en Wimbledon. La prensa deportiva de la pérfida Albión al completo hinca sus rodillas con respeto frente a nuestro compatriota ante el juego desplegado por el español.
Me encanta leerlos rendidos a los pies de uno de los nuestros.
Aquí traducido subo uno de los artículos que al respecto publica hoy el Daily Mail. Espero que lo disfruten como yo lo he hecho.
Djokovic contra el mundo.
El seísmo de la victoria de Carlos Alcaraz anuncia el amanecer de una nueva era. El día en el que hemos visto al serbio envejecer
Al final, la soledad fue demasiada para Novak Djokovic, su
aislamiento también. Ha estado desafiando esa soledad a lo largo de
toda su carrera. Y se ha reído en la cara de la antipatía y la
ambivalencia que ha generado a pesar de haberse convertido en uno de
los mejores jugadores de tenis de todos los tiempos. Fue demasiado.
Había muchos.
Presenciar su derrota a manos de Carlos Alcaraz en la pista central en una final individual masculina de Wimbledon épica, fue más que la derrota de un gran campeón por la fuerza de la naturaleza de un joven 16 años más joven, fue presenciar a un chaval que parece destinado a mandar en el tenis mundial en los próximos años venideros.
Fue el triunfo de la juventud, de la fuerza y del brío de Alcaraz pero no fue sólo un partido de Alcaraz contra Djokovic; fue Djokovic contra los 15 mil espectadores que llenaban la cancha de tenis más famosa del mundo, la mayoría de los cuales festejaban cada punto que perdía deseando para su oponente todo lo mejor.
Fue Djokovic contra el mundo. Siempre pareció estar enfrentándose al planeta entero pero esta vez el mundo y la brillantez del juego de Alcaraz le doblaron finalmente las rodillas en un derrota sísmica que pareció anunciar el inicio de una nueva era y el final del tiempo de dominación del serbio.
Djokovic perdió mucho más que una final en el día de ayer. Perdió la ocasión de igualar el record de 8 victorias en Wimbledon que ostenta Roger Federer y también la posibilidad de igualar el record de 24 Grand Slams individuales que mantiene Margarita Court.
También dijo adiós a ser el primero en 50 años en completar el calendario de Grand Slams, el Abierto de Australia, el Abierto de Francia, Wimbledon y el Abierto de Estados Unidos en el mismo año. Esta ocasión difícilmente se le volverá a presentar.
Y ahora que Alcaraz ha alcanzado su mayoría de edad tenística, ahora que ha añadido un título de Wimbledon al Abierto de Estados Unidos que ganó el año pasado, Djokovic comprobará que sus oportunidades de sumar más Grand Slams a su colección de 23, van disminuyendo.
Justo en el mismo momento en que, por fin, veía fuera a Federer y a Rafa Nadal, justo cuando creía que tenía el camino despejado para ser el jugador con más títulos de los “Grandes”, va y descubre que aquel que pretende su trono ya no es un aprendiz. Alcaraz es ahora el verdadero reto.
Terminando casi la segunda final más larga de individuales masculinos en la historia de Wimbledon -una final que incluye un juego de 26 minutos que ganó Alcaraz- Djokovic fue consciente de todos y cada uno de sus 36 años.
Ha sido siempre un jugador que ha desafiado el paso del tiempo pero, en mi opinión, en el inicio del quinto set, Djokovic ya pareció mayor.
Dejó de correr a por alguna de las endiabladas dejadas que Alcaraz empezó a colocar sobre la red con cada vez mayor frecuencia. A esas dejadas cedió la derrota. Intentó ajustar sus saques pero ya no tenía ni el aguante ni la energía ilimitada que exhibía bailando el tipo que tenía al otro lado de la red.
Ver a Alcaraz era como ver a Mike Tyson en su juventud. Fue ver a un adolescente, un poco más que un muchacho, que empieza a darse cuenta del poder destructivo de su fuerza y de su vigor y verlo tan intoxicado de una garra y una potencia que a veces ni él mismo podía controlar.
Hubo unas ocasiones en las que Djokovic se tambaleó frente al rostro de esa juventud. Hubo otras en las que incluso él, ganador de 23 títulos de Grand Slams, el hombre que ha ganado los últimos cuatro títulos individuales masculinos de Wimbledon, simplemente resultó arrollado, sobrepasado.
Djokovic fue aplaudido por alguno de sus puntos pero Alcaraz es la nueva súper estrella del tenis y su juego tiene la clase de estilo que Djokovic jamás ha poseído. El serbio es un competidor, un genio pero no es espectacular como Alcaraz. Djokovic no cuelga el cartel de “no hay billetes”. Nunca lo ha colgado.
Así que mientras el serbio intentaba no rendirse, Alcaraz deslumbraba. Hubo veces en las que golpeaba un revés o un “passing shot” con tal violencia que el público no sabía si jadear o rugir. Al final rugían y jadeaban.
A menudo y al estilo de Tiger Woods, cuando ganaba puntos cruciales o los ganaba de forma espectacular, se giraba hacia el público, levantando su puño. He nombrado a Tyson y he nombrado a Tiger. Alcaraz es de esa estirpe. En los Estados Unidos ya lo habrían calificado de “un fenómeno”.
Y en el centro de la cancha………..Djokovic era un hombre normal. El jugador más grande de todos los tiempos reducido a un tipo corriente, una hoja de papel para el “nuevo”. ¡El rey ha muerto! ¡Larga vida al rey!. Es algo que puede suceder rápidamente en el deporte y ese algo, ocurrió delante de nuestros ojos ayer domingo.
Subiendo al ataque, explorando sus límites, disfrutando su talento, Alcaraz derrochó expresión, fuerza, libertad y atrevimiento.
Pareció también algo “inmaduro” y eso es lo que verdaderamente asusta y da miedo. En cuanto aprenda a aprovechar completamente su potencial, se convertirá en un intocable.
Al final Djokovic se mostró debilitado por el juego de Alcaraz. Desgastado por todo. Había comenzado a acercarse pronto al español al principio del segundo set, después de haberlo barrido con un 6-1 en el primero. Alcaraz tuvo suerte con una red que le dio un punto de break que volvió loco al público. El serbio aplaudió sarcásticamente, riéndose de cómo el público festejaba aquel punto regalado por la suerte.
Vimos más momentos como este. Djokovic había ganado quince tiebreaks consecutivos antes de este partido y estuvo a un punto de ganar el décimo sexto al final del segundo set de ayer domingo, pero lo arruinó con un revés inusualmente débil, que por contra, ganó Alcaraz. Fue un verdadero presagio.
A la mitad del cuarto set, mientras el serbio intentaba volver a meterse en el partido y la multitud animaba al español, Djokovic ganó un juego y, sarcásticamente, se volvió hacia el respetable para dedicarle un beso. Igualmente utilizó el desafecto que le mostraba el público para mostrarse aún más desafiante.
Fue en el tercer juego del quinto set cuando Alcaraz lo rompió definitivamente y fue como si el serbio hubiese entendido entonces que su poderío se había acabado. Se dirigió hacia su silla y golpeó su raqueta contra el poste de la red con tanta violencia que la destrozó.
Arriba, en las gradas, cerca de la salida 211, lejos de la zona acotada para los “Royals” británicos, Andy Murray sentado y viendo el partido como un espectador más. Tal vez fuera también otro presagio para Djokovic.
La última vez que perdió en la pista central fue en la final de la edición de 2013 con Murray al otro lado de la red. Aquella derrota fue un problema sin importancia y el preludio del inicio de una época de grandes triunfos para él.
La derrota frente a Alcaraz tiene un regusto diferente. Significa el final de la vida de Djokovic en lo más alto, el día en el que lo vimos ya viejo y mayor
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