Hace
algunos meses intentando evitar que la moto se cayese al suelo, me torcí la
muñeca izquierda. Al poco tiempo, colocando la barandilla en Valsequillo, ésta
se me vino en peso encima del dedo pulgar de la mano derecha, doblándomelo
hacia atrás.
Asistí
tres veces al médico de cabecera en el centro de salud. Las diferentes
muñequeras que me había recomendado usar la primera y la segunda vez, no dieron
resultado. Los antiinflamatorios tampoco, así que en la tercera visita y tras
dos radiografías y una ecografía, me remitieron a un especialista.
A
las dos o tres semanas me llaman, me dan cita con un reumatólogo que vuelve a
examinarme más profundamente y que termina remitiéndome a rehabilitación.
Diez
días más tarde empiezo la rehabilitación en un centro privado concertado por el
Servicio Canario de Salud. Estoy en mi tercera semana.
El
servicio es formidable. Los fisioterapeutas y ayudantes del centro –la mayoría
mujeres- son encantadores y lo son todos los días. En tres semanas sólo los he
visto regalar sonrisas y atenciones a todos los pacientes. A los que sólo
tenemos una muñeca y un dedo lesionados y a los que no tienen piernas y
necesitan masajes en los muñones para que las prótesis se amolden con el menor
daño posible. A los que presentan un cuadro de parálisis casi total del cuerpo
que necesitan ser amarrados a una cama, hasta los que vienen después de una
operación de rodilla que tuvo que ser bestial por el tamaño de la cicatriz que marcaba
su pierna. A los que gimen cuando les duele y a los que ayudan a elevar la
pierna solo hasta la altura de un simple escalón. Ni una mala cara, ni un mal
gesto, ni una mala palabra. Todo lo contrario.
Asombroso
el personal que en ambulancias realiza los traslados de pacientes desde sus
domicilios hasta el centro y viceversa, bien porque están impedidas, bien
porque no pueden pagarse un taxi o porque no tienen quién les lleve y traiga de
regreso a casa: son más de lo mismo. Sólo les he visto desplegar cariño, mimo y
consideración superlativa para con ellos. Lo compruebo diariamente cuando los
veo entrar a dejar a unos y a llevarse a los que han finalizado la sesión.
¡Impresionante!
Todos
los días me dan un baño de parafina desde las muñecas hasta las manos, las
coloco una sobre otra y me las envuelven acto seguido con papel de platina y
con una toalla para mantener el calor. Me mantengo así diez minutos.
En
días alternos, recibo tratamiento con láser y con ultrasonidos. Cinco minutos
Diariamente
tengo sesiones de corriente justo en los puntos en los que el dolor más molesta,
con unos parches que me facilitaron desde el primer día. Diez minutos más.
Además
me han marcado una tabla de ejercicios específicos para la muñeca que también
debo realizar cada día. Me lleva otros diez minutos.
No
sé a cuánto podría ascender el coste de mi rehabilitación desde que entré por
primera vez, dolorido de ambas manos, en el Centro de Salud para que me atendiese
el médico de cabecera si todo fuera privado, pero no creo que fuese barato.
Ayer
mismo se lo comentaba por teléfono a un amigacho de aquí que vive en Tenerife y
que también asiste a rehabilitación y coincidimos en dos cosas básicamente.
Una, la calidad del sistema español de Seguridad Social es extraordinaria.
Otra, hay que mantenerlo
Pero
claro, resulta tan caro este sobresaliente servicio del que disfrutamos que nos
arriesgamos a perderlo si no se toman medidas drásticas para intervenir y
reconducir el gasto de los diecisiete servicios autonómicos de salud.
Una
encuesta del CIS de julio pasado refleja que un 40% de los españoles vería con
buenos ojos mayor centralismo o menos autonomía. Un 11% desearía mayor cuotas
de poder para las CCAA. Un 9% está por conceder la independencia a la comunidad
que lo desee. Un 30% piensa que las cosas deben seguir como están.
Me
incluyo en el primer grupo. Hace tiempo que tengo claro que el control del
gasto en materia sanitaria debe ser recuperado por el Estado.
De una interesante entrevista concedida por el profesor Juan
Velarde Fuertes al diario La Provincia y que pueden leer completa aquí: http://www.laprovincia.es/economia/2012/08/08/hemos-acumulado-deuda-enorme-ahora-hay-pagarla/475180.html
extraigo dos preguntas formuladas al respecto a este eminente economista:
Pregunta: “Hablemos de
la crisis. ¿La salida está en los recortes?”
Respuesta: “Considero que
el camino de cortar el gasto público es absolutamente necesario, dadas las
circunstancias. Aparte hay que tomar otra serie de medidas. No es que con la
austeridad se consiga ya todo, pero es uno de los elementos esenciales porque,
sencillamente, debemos mucho. Y como debemos mucho, tenemos que pagar nuestras
deudas.”
Pregunta: “¿El
resultado final de la política de austeridad es la quiebra del Estado social?”
Respuesta: “Vamos a
ver. Si por Estado social se entiende una serie de elementos relacionados con
el Estado del Bienestar le diré que es posible mantenerlos, pero también
cambiando las estructuras. Pongo un ejemplo: la sanidad es un desastre como
consecuencia de la situación autonómica. ¿Por qué? Sencillamente, porque hay 17
(o 19, si contamos Ceuta y Melilla) compradores de productos relacionados con
la sanidad. Antes, con el Sistema Nacional de Salud, había sólo un único
comprador, que ponía unas condiciones tremendas de baratura.
Creo
que no hace falta ser economista para darse cuenta que no es posible mantener el sistema de Sanidad Pública en los términos actuales, que resulta necesario reconocer este
extremo como paso previo para no quedarnos sin él, asumiendo el coste de
reestructurarlo, aunque nos cueste un precio alto.
Siento la misma admiración. También vi al chino con un solo brazo nadando estilo libre; verdaderamente increíble.
ResponderEliminarLos juegos paralímpicos son un halo de esperanza en el género humano. Lo malo es que son uno de los pocos que nos quedan.