2 feb 2014

Bipartidismo


Un muy buen amigacho de izquierdas –¡perdónalo Señor, porque no sabe lo que hace!- me envió por correo electrónico un artículo sobre Alberto Garzón, un elemento que pertenece a Izquierda Unida y que ha diseñado la campaña por la “radicalidad democrática” que el partido mayoritario de los comunistas españoles piensa impulsar en todo el territorio nacional, al objeto de promover una “revolución democrática y social” y un “proceso constituyente”. Ya anticipo que el Parlamento, sede de la soberanía nacional, no se nombra ni una sola vez, ni parece resultar útil a IU como foro en donde intentar la puesta en práctica de sus propuestas. Me temo que el objetivo es “ganar la calle”.

Al hilo de esta campaña de IU cayó en mis manos el otro día un artículo del profesor Carlos Rodríguez Braun en el que señalaba, más o menos, que cuando un comunista utilizaba el término “democrático”, se refería a la democracia como se entendía anteayer en la República Democrática de Alemania o como se concibe hoy en la República Popular Democrática de Corea del Norte. Muy clarificador de por dónde van los tiros.

En la URSS, después de más de 70 años detentando un poder absoluto, con todos los resortes del Estado en una misma mano para poder desarrollar y aplicar el socialismo sin cortapisas, el sistema sólo funcionó en tanto en cuanto hubo un fusil apuntando a la cabeza del ciudadano. No se consiguió el reparto equitativo de la riqueza, ni el desarrollo económico, ni se colmaron las expectativas de los ciudadanos y encima no había libertad. En 1917 Rusia inició un proceso revolucionario que sólo trajo miseria, hambrunas, escasez y, finalmente, el colapso social y económico. Hoy es un país completamente capitalista.

China, el estado comunista más grande del mundo es en la actualidad el país que más adora el dinero. De los 1200 millones de almas que habitan este gigante asiático, sólo 400 millones viven como nosotros inmersos en una economía capitalista plena, libres para comprar y vender Iphones y Ferraris, bolsos de Loewe y yates, hacer turismo y hasta enviar a sus hijos a estudiar en el extranjero. Esta semana, sin ir más lejos, leía acerca de un chino que ofrecía 100 millones de euros al que se casase con su hija lesbiana……..es decir, otro país completamente capitalista. Sin embargo, la vida de los 800 millones de ciudadanos restantes se desenvuelve en la más completa estrechez y penuria, la misma que ha mostrado a lo largo del siglo XX la realidad empírica del socialismo puesto en práctica, la misma que se vive hoy en Corea del Norte. Es verdad que el fusil sigue dirigido a la cabeza del ciudadano chino, pero el capitalismo es una realidad para una parte del pueblo que gracias a ello, goza de un nivel de vida bastante superior al que disfrutan, en el mismo país, los que viven bajo el socialismo. En veinte años los 800 millones de pobres reventarán y la situación en China se volverá explosiva. Hay ya más un millón de ellos con una renta anual superior al millón de euros y es de dominio público que la élite comunista china oculta dinero en paraísos fiscales. ¡Los que odiaban el capital y lo culpaban de todos los males!

Esta renuncia explícita a las ideas socialistas junto a la asunción plena del sistema capitalista por parte de dos bastiones del comunismo de la talla de China y Rusia son razones suficiente para reconocer este fracaso ¿Qué más hace falta acreditar para enterrar al marxismo definitivamente? El PSOE ya renunció a él en 1976

¡Pues no! Alberto Garzón, comunista de IU, pretende impulsar una “revolución democrática y social” y un “proceso constituyente”, con aquellas mismas recetas fracasadas.  

De entrada, una de las siete acepciones que el diccionario de la RAE recoge del término “revolución”, lo define como “cambio violento en las instituciones políticas, económicas o sociales de una nación”. ¡Empezamos bien!

Propone este diputado de IU que para llevar a cabo la revolución social hace falta “lanzar a la clase trabajadora una propuesta de choque para crear empleo, una propuesta de cambio del modelo productivo desde la planificación democrática de la economía y una postura clara sobre la deuda soberana que establezca prioridad constitucional sobre el pago de la deuda a la defensa de las necesidades básicas del ser humano.”

Es increíble, pero no aprenden. Les resbala la nefasta y terrible experiencia obtenida de la Historia. ¿Generó tal vez empleo la URSS con su modelo productivo “de planificación democrática de la economía”? ¿Es que acaso sus ciudadanos vivían en la opulencia, ajenos a la escasez y a la necesidad gracias a la aplicación de políticas socialistas? ¿Sirvió de algo otorgar todo el poder al proletariado y acabar con la iniciativa privada? ¿Seguro que en una sociedad capitalista, es a la clase trabajadora a la que hay que lanzarle un propuesta de choque para generar empleo? ¿No se saca ninguna conclusión al comprobar que todos los países socialistas de Europa del Este, antaño satélites de la URSS, han adoptado ahora el capitalismo puro y duro?.........Ya digo.......resulta..........inexplicable.

Continúa Garzón apuntando que esta primera revolución social debe complementarse con una “revolución política”, que exige una “rebelión democrática, para poner en marcha un proceso constituyente que desemboque en una democracia republicana con nuevas reglas y nuevas instituciones para una sociedad que anhela la democracia y la participación política”.

Curiosamente, del término “rebelión” señala el diccionario de la RAE, entre otras acepciones, que es un “delito contra el orden público, penado por la ley ordinaria y la militar consistente en el levantamiento público y en cierta hostilidad contra los poderes del estado con el fin de derrocarlos”. ¡¡Yuupiii!!

La elección de expresiones como “revolución” y “rebelión”, que indudablemente llevan aparejada una evidente carga de violencia no es ni casual ni menor, sino que configura ésta como elemento intrínseco de la propuesta, eso sí, como ambos términos vienen adornados con el adjetivo “democrático”, -recordemos lo democrática que es Corea del Norte- se acepta como justificable si llega a producirse. Esto, en román paladino significa que si los españoles en las urnas no te otorgan su confianza, hay que rebelarse. Y lo que hay que hacer es sustituir al Parlamento como sede de la voluntad popular y trasladarlo “la calle”.

En fin, he leído la propuesta casi entera y reconozco que alguien que propone “revoluciones y rebeliones” callejeras como mecanismos para obtener sus pretensiones, obliga a seguir considerando el bipartidismo como el mejor antídoto frente este tipo de iniciativas intolerantes que únicamente aventuran la agitación y la desobediencia social de la que la izquierda ha echado siempre mano cuando sirve a sus intereses. 


1 comentario:

  1. En boca de la izquierda, la palabra «democrático» tiene poderes sanadores. Lo que así califica la izquierda, queda bendecido y glorificado. Las revoluciones y golpes de estado que ella alienta son siempre democráticos, y las dictaduras y los regímenes totalitarios no son tales si a su denominación añaden esa palabra taumatúrgica. Y lo mejor de todo es que la izquierda se reserva en exclusiva el poder de usar esa palabra. Qué reconfortante debe ser, qué satisfacción debe dar, saber que la historia y la diosa razón siempre están de tu parte.

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