Un muy
buen amigacho de izquierdas –¡perdónalo Señor, porque no sabe
lo que hace!- me envió por correo electrónico un artículo sobre Alberto Garzón,
un elemento que pertenece a Izquierda Unida y que ha diseñado la campaña por la
“radicalidad democrática” que el partido mayoritario de los comunistas
españoles piensa impulsar en todo el territorio nacional, al objeto de promover
una “revolución democrática y social” y un “proceso constituyente”. Ya anticipo
que el Parlamento, sede de la soberanía nacional, no se nombra ni una sola vez,
ni parece resultar útil a IU como foro en donde intentar la puesta en práctica
de sus propuestas. Me temo que el objetivo es “ganar la calle”.
Al hilo de esta campaña de IU cayó en mis
manos el otro día un artículo del profesor Carlos Rodríguez Braun en el que
señalaba, más o menos, que cuando un comunista utilizaba el término
“democrático”, se refería a la democracia como se entendía anteayer en la
República Democrática de Alemania o como se concibe hoy en la República Popular
Democrática de Corea del Norte. Muy clarificador de por dónde van los tiros.
En la URSS, después de más de 70 años
detentando un poder absoluto, con todos los resortes del Estado en una misma
mano para poder desarrollar y aplicar el socialismo sin cortapisas, el sistema
sólo funcionó en tanto en cuanto hubo un fusil apuntando a la cabeza del
ciudadano. No se consiguió el reparto equitativo de la riqueza, ni el
desarrollo económico, ni se colmaron las expectativas de los ciudadanos y
encima no había libertad. En 1917 Rusia inició un proceso revolucionario que
sólo trajo miseria, hambrunas, escasez y, finalmente, el colapso social y
económico. Hoy es un país completamente capitalista.
China, el estado comunista más grande del
mundo es en la actualidad el país que más adora el dinero. De los 1200 millones
de almas que habitan este gigante asiático, sólo 400 millones viven como
nosotros inmersos en una economía capitalista plena, libres para comprar y
vender Iphones y Ferraris, bolsos de Loewe y yates, hacer turismo y hasta
enviar a sus hijos a estudiar en el extranjero. Esta semana, sin ir más lejos,
leía acerca de un chino que ofrecía 100 millones de euros al que se casase con
su hija lesbiana……..es decir, otro país completamente capitalista. Sin embargo,
la vida de los 800 millones de ciudadanos restantes se desenvuelve en la más
completa estrechez y penuria, la misma que ha mostrado a lo largo del siglo XX
la realidad empírica del socialismo puesto en práctica, la misma que se vive
hoy en Corea del Norte. Es verdad que el fusil sigue dirigido a la cabeza del
ciudadano chino, pero el capitalismo es una realidad para una parte del pueblo
que gracias a ello, goza de un nivel de vida bastante superior al que
disfrutan, en el mismo país, los que viven bajo el socialismo. En veinte años
los 800 millones de pobres reventarán y la situación en China se volverá
explosiva. Hay ya más un millón de ellos con una renta anual superior al millón
de euros y es de dominio público que la élite comunista china oculta dinero en
paraísos fiscales. ¡Los que odiaban el capital y lo culpaban de todos los
males!
Esta renuncia explícita a las ideas
socialistas junto a la asunción plena del sistema capitalista por parte de dos
bastiones del comunismo de la talla de China y Rusia son razones suficiente
para reconocer este fracaso ¿Qué más hace falta acreditar para enterrar al
marxismo definitivamente? El PSOE ya renunció a él en 1976
¡Pues no! Alberto Garzón, comunista de IU,
pretende impulsar una “revolución democrática y social” y un “proceso constituyente”,
con aquellas mismas recetas fracasadas.
De entrada, una de las siete acepciones que
el diccionario de la RAE recoge del término “revolución”, lo define como
“cambio violento en las instituciones políticas, económicas o sociales de una
nación”. ¡Empezamos bien!
Propone este diputado de IU que para llevar a
cabo la revolución social hace falta “lanzar
a la clase trabajadora una propuesta de choque para crear empleo, una propuesta
de cambio del modelo productivo desde la planificación democrática de la
economía y una postura clara sobre la deuda soberana que establezca prioridad
constitucional sobre el pago de la deuda a la defensa de las necesidades
básicas del ser humano.”
Es increíble, pero no aprenden. Les resbala
la nefasta y terrible experiencia obtenida de la Historia. ¿Generó tal vez
empleo la URSS con su modelo productivo “de planificación democrática de la
economía”? ¿Es que acaso sus ciudadanos vivían en la opulencia, ajenos a la
escasez y a la necesidad gracias a la aplicación de políticas socialistas?
¿Sirvió de algo otorgar todo el poder al proletariado y acabar con la
iniciativa privada? ¿Seguro que en una sociedad capitalista, es a la clase trabajadora a la que hay que
lanzarle un propuesta de choque para generar empleo? ¿No se saca ninguna
conclusión al comprobar que todos los países socialistas de Europa del Este,
antaño satélites de la URSS, han adoptado ahora el capitalismo puro y duro?.........Ya digo.......resulta..........inexplicable.
Continúa Garzón apuntando que esta primera
revolución social debe complementarse con una “revolución política”, que exige
una “rebelión democrática, para poner en
marcha un proceso constituyente que desemboque en una democracia republicana
con nuevas reglas y nuevas instituciones para una sociedad que anhela la
democracia y la participación política”.
Curiosamente, del término “rebelión” señala
el diccionario de la RAE, entre otras acepciones, que es un “delito contra el
orden público, penado por la ley ordinaria y la militar consistente en el
levantamiento público y en cierta hostilidad contra los poderes del estado con
el fin de derrocarlos”. ¡¡Yuupiii!!
La elección de expresiones como “revolución”
y “rebelión”, que indudablemente llevan aparejada una evidente carga de
violencia no es ni casual ni menor, sino que configura ésta como elemento
intrínseco de la propuesta, eso sí, como ambos términos vienen adornados con el
adjetivo “democrático”, -recordemos lo democrática que es Corea del Norte- se
acepta como justificable si llega a producirse. Esto, en román paladino
significa que si los españoles en las urnas no te otorgan su confianza, hay que
rebelarse. Y lo que hay que hacer es sustituir al Parlamento como sede de la
voluntad popular y trasladarlo “la calle”.
En fin, he leído la propuesta casi entera y
reconozco que alguien que propone “revoluciones y rebeliones” callejeras como mecanismos
para obtener sus pretensiones, obliga a seguir considerando el bipartidismo
como el mejor antídoto frente este tipo de iniciativas intolerantes que únicamente aventuran la agitación y la desobediencia social de
la que la izquierda ha echado siempre mano cuando sirve a sus intereses.
En boca de la izquierda, la palabra «democrático» tiene poderes sanadores. Lo que así califica la izquierda, queda bendecido y glorificado. Las revoluciones y golpes de estado que ella alienta son siempre democráticos, y las dictaduras y los regímenes totalitarios no son tales si a su denominación añaden esa palabra taumatúrgica. Y lo mejor de todo es que la izquierda se reserva en exclusiva el poder de usar esa palabra. Qué reconfortante debe ser, qué satisfacción debe dar, saber que la historia y la diosa razón siempre están de tu parte.
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