15 oct 2014

Lija, pintura y Chiquitita del grupo Abba


Casi a finales del mes pasado decidí pasar de viernes a domingo en la casa que tenemos en Valsequillo.
Semanas antes había lijado y pintado las barandillas que flanquean los dos lados de la escalera y la que protege el balcón que dan acceso a la vivienda, pero 
quedaron pendientes los tres pilares de madera que ayudan a descargar el peso del techo. Además la puerta del garaje, también de madera, necesitaba masilla por algunos lados y pintura.

Finalmente, el mismo garaje estaba pidiendo a gritos una reordenación de herramientas, de sacos de cemento, de turba, de carbón para asaderos y de miles de cosas que habíamos ido dejando aquí y allá desde hacía meses. A todo esto debía incluirse el riego de los matos y las tareas de mantenimiento que habitualmente hago con mi padre todos los sábados.
Aunque yo estaba aún de vacaciones, mi mujer había empezado el trabajo y mi hija el colegio, por lo que nuestro coche no estaba disponible para salir el viernes, así que un día antes, el jueves, después de meter en el de mis padres el bajo, la Framus, el amplificador y la mochila con cables, micro, efectos, púas, correas, afinador,……subí hasta Valsequillo y lo dejé todo arriba.
Me levanté a las 6 de la mañana como si fuera a trabajar. Mis chicas lo hicieron un poco más tarde, desayunaron y se fueron a las 7:30; a las 8:00 tenía puesta la chaqueta de la moto, otra mochila con ropa, varias mudas y algo de abrigo colgada a la espalda, casco, guantes y pasadas las nueve estaba con la lijadora atacando el primero de los pilares.
Serían las dos de la tarde cuando terminé. Todo lijado y con dos manos de pintura.
El día estaba muy agradable. Sol radiante y sin nubes. Descansé un poco acompañado de una cerveza fría y acto seguido me metí con el garaje. Me dio menos lío de lo esperado porque a las dos y media ya lo tenía ordenado y despejado para poder colocar el equipo.
Otra media hora me llevó conectar todo y dejarlo preparado para llegar, enchufar y tocar, “plug and play”, como dicen los anglosajones.
Después de ducharme, almorcé un par de hamburguesas con algo más que no recuerdo y tras servirme un whisky bajé al garaje. Serían las cuatro y algo
Ya he dicho en varias ocasiones que como guitarrista y bajista, en una escala de uno a diez, estoy en un tres, pero en mi defensa sólo puedo decir que nunca me he preocupado por aprender nada distinto de lo que naturalmente me sale, ni por practicar, ni por recibir clases y, bueno, ahí está el pésimo resultado. Sin embargo, de entre las cuatro horas y pico que suelo pegarme tocando y cantando cuando subo a Valsequillo, siempre hay períodos de uno, dos, tres, cinco, siete, nueve minutos seguidos en los que me gusta lo que suena y me encanta cómo suena y esos escasos momentos me procuran una felicidad tal, que justifican hasta el último céntimo que he gastado en equipo.
En esta ocasión, para evitar la lumbalgia que me entró la última vez tras estar de pie todo ese tiempo con la guitarra o con el bajo colgados, decidí hacerlo sentado desde el principio. Bajé una silla de la cocina, coloqué la guitarra a mi derecha, el micrófono a su lado, el Ipod con las canciones y las letras en un atril y los efectos a la izquierda. Todo perfectamente accesible por primera vez en la historia y además sentado. 
 
Bueno y en esas estaba, cantando con el micro en la mano y un par de whiskys encima, cuando arrancó el karaoke de “Chiquitita” que, aunque no es de mis temas preferidos del grupo sueco Abba, empecé a cantarlo. Gracias a la unidad de efectos mi voz sonaba cañón. Este aparato hace que mi voz pueda duplicarse y hasta triplicarse, creando el efecto de un coro y dándole a la canción un sonido muy elegante y compacto. “Chiquitita” sonaba limpia y redonda con mi voz y mi coro apoyándome y fue tanto que no pude acabarla. Sería el whisky o……que me hago viejo o….a lo mejor,…..no sé……..el whisky, pero….. me enyurgué. Intenté seguir, y,……….no me salía la voz. ¡Qué emoción!
Y en aquel preciso momento en el que mi cerebro, animado por la ingesta y por la agitación provocada por la inacabada versión de “Chiquitita”, liberaba endorfinas a borbotones sumiéndome en un completo éxtasis de felicidad, vino a mi mente de golpe la imagen del responsable del estado de completo nirvana que había experimentado durante aquellos minutos………mi “Special Musical Advisor”
Seguí con más temas. El “Wild Horses” de los Rolling Stones a dos voces……volvió a romperme. Con más o menos éxito cayeron los habituales “Time” y “Wish you were here” de Pink Floyd.  “Your Song” de Elthon John, “Bohemian Rhapsody” y “Fat Bottomed Girls” de Queen, “El Rey” de Vicente Fernández y más temas de Abba, Loquillo, Lou Reed, Elvis, Sinatra, el “Psycho killer” de los Talking Heads………...,"un amigo me hizo una demostración con una unidad de efectos para cantar de la casa TC Electronic y me acordé de ti" -me dijo hace tiempo- "te lo ibas a pasar pipa con ella”. Meses más tarde conseguí hacerme con una de segunda mano que le compré a un Guardia Civil que vivía en el Cruce de Arinaga.  El aparato no es de este mundo; es el que estaba usando a tres voces cuando ocurrió lo de las endorfinas y el “Chiquitita” interruptus.
Me cansé del micrófono y saqué el bajo de su estuche. ¡Horror! La pila de 9 voltios que tengo disponible no cabe dentro de la carcasa prevista para ella. El bajo, al ser activo necesita una pila para funcionar. La de repuesto que traigo siempre, no vino esta vez, así que volví a guardarlo y cogí la guitarra.
¡¡¡Qué placer!!! Estuve con ella durante varias horas parando de vez en cuando a descansar. Unas veces soleando y otras cogiendo el micro para cantar “Oh Darling” y “Glass Onion” de The Beatles, “Cadillac solitario” de Loquillo, “Don’t forget about me” de Simple Minds……….hasta que un dolor insistente en las yemas de los dedos me hizo parar. Eran las ocho y media cuando miré el reloj.
Creo que empezó a asesorarme allá por la mitad de los noventa y sin su valiosa ayuda jamás, repito, jamás habría logrado hacerme con un equipazo como el que tengo. Yo sólo no habría tenido los arrestos necesarios para pagar el precio de ninguno de ellos si no hubiese contado con su apoyo desinteresado. Todo es de segunda mano, pero de calidad profesional. Algunos hechos a mano. Y ha sido eso, la suerte de haber podido contar con su consejo, lo que me ha conseguido unos instrumentos musicales excepcionales, que aún en las manos de un imperito ejecutante como yo, son capaces de ofrecer momentos de felicidad incalculable. Por poner un símil, una de mis guitarras es como un Rolls y el hecho de que uno no sea un experto conductor capaz de sacarle partido al motor V12 de 412 caballos de los modelos de la marca inglesa, no le impide apreciar la lujosa y exquisita calidad del vehículo que tiene entre las manos, aunque nunca lo conduzca a más de 90 kms/hora.
Luego llegó la época de las unidades de efectos para la guitarra y otro día, hace años también, me pasó un CD con el título de "software musical" que incluía un programa magnífico, el "Jammer". Arrastrando acordes a un pentagrama con el ratón, un lego como yo podía construir ¡¡una canción!! y haciendo click en un icono arreglar los acordes elegidos dándole al tema un sonido de jazz o de rock o de folk y encima…….¡¡¡sonaba bien!!!………………..¡Cuántas horas de felicidad construyendo versiones de temas que me gustaban, cortando aquí y pegando allí acordes para ver cómo sonaban! Disfruté todo el tiempo que invertí en ello.
Es el artífice de todos esos raros dos, tres, cinco o siete minutos seguidos de placer de los que hablaba antes, de los muy gratificantes efectos que me generan y que nunca habría logrado arrancar de ninguna de las varias guitarras de baja calidad que tuve antes de conocerlo. Mi agradecimiento tiende al infinito, como los logaritmos neperianos.
Un día, el bajista de un grupo en el que él tocaba me dijo, “aquellos que hemos descubierto la música somos un peldaño más felices que el resto”. Más tarde me enteré que había sido mi Asesor Especial el que le había enseñado a tocar el bajo.
¡Otro afortunado como yo!
Si de este fin de semana musical se hubiese realizado una película yanqui, al final, en los créditos, después del “The end”, aparecería sin ningún género de dudas la línea de reconocimiento expreso al "Special Musical Advisor", y al lado, su nombre y que yo omito porque esto..........es internet.

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