8 mar 2024

¡Guapa!

 



Mi padre tiene 89 años y el otro día fuimos juntos a Leroy Merlin a buscar unos perfiles con los que quería cubrir un manojo de cables que tenía sueltos por el suelo de la terraza. 

Estuvimos mirando por aquí y por allá, vimos unos que eran muy largos, otros muy cortos y al final nos dimos cuenta que ninguna de las soluciones que nos ofrecía Leroy servían para lo que buscábamos.

Total, que como en la casa que tenemos en Valsequillo y a la que lo llevo todos los sábados, estamos siempre entre chapuzas y agricultura le dije que, como teníamos tiempo, podíamos ir a echarle un vistazo a la sección de herramientas a ver si encontrábamos alguna que no tuviéramos y nos pudiera hacer falta. Negativo. Tenemos todo tipo de herramientas y aunque no son tan modernas como las que vimos en Leroy, cumplen su función perfectamente por lo que, después de disfrutar un rato admirando taladros percutores, radiales, clavadoras neumáticas de tachas, sierras circulares, llaves de tubo y lijadoras de banda, todo de última generación, enfilamos la salida con las manos vacías. 

Y en esas estábamos, cuando al pasar por la sección de jardinería me acordé de nuestra sulfatadora.

Tenemos numerosos árboles frutales que en los primeros meses de cada año y antes de que les nazcan las flores deben ser sulfatados para evitar que la fruta que dan sobre mayo y junio aparezca con larvas de insectos. De esta tarea me vengo encargando desde hace muchos años. 

Nuestra sulfatadora es bastante “mayor” pero como dije más atrás, venía cumpliendo su función perfectamente. Es de las que te cuelgas en la espalda después de mezclar el fungicida elegido con quince litros de agua. Dispone de una palanca en el lado izquierdo con la que bombeas presión y una lanza que manejas con la derecha por donde sale el agua pulverizada que rocías sobre los matos.

A principios de 2023 me atacó una epicondilitis en el codo izquierdo, el famoso codo de tenista, que me impidió totalmente el sulfatado. Todos los albaricoques, las peras y las manzanas de la cosecha del año fueron directamente a la basura.

Este 2024 empecé a sulfatar ya en el mes de enero pero………...a las primeras de cambio dijo “hasta aquí hemos llegado”. El sistema de bombeo se había estropeado. Intentamos arreglarla pero solo pudimos certificar su defunción.

Leroy tenía varias sulfatadoras a la venta y compramos una que va a batería. Ya no tengo que bombear la presión manualmente. Sólo me ocupo de rociar. Ahora es un placer realizar esta tarea por la comodidad que supone.

Y nos fuimos a la caja a pagar; lo que ocurrió con la cajera es lo que ha motivado este artículo.

La cajera que nos cobró tendría menos de 25 años y vio como a pesar de que mi padre insistía, una y otra vez, en pagar la sulfatadora yo no lo dejaba hasta que terminé saliéndome con la mía. “Vengo a Leroy a comprar una sulfatadora, nos toca la cajera más guapa de toda la tienda y encima mi hijo paga la sulfatadora”. En cuanto escuché a mi padre utilizar la palabra “guapa” para referirse a la cajera – en un tono absolutamente inocente y sin ningún tipo de connotación distinta de la cortesía- me puse en guardia pero mi padre siguió. “Esto es lo bueno de tener hijos, ¿está usted casada?, ¿tiene hijos? Vale la pena, al final terminan hasta regalándole a uno una sulfatadora”. Con una sonrisa forzada, la cajera contestó que sí, que estaba casada, que no tenía hijos y que estudiaba y trabajaba pero yo noté algo raro en ella. Ni estaba casada, ni estudiaba como me reconoció antes irme. No le había dicho la verdad. Pudo no haberlo hecho por desconfianza o por miedo pero me inclino más por la estupidez. ¿Tal vez creyó que un hombre de casi 90 años que venía con su hijo a comprar una sulfatadora podría albergar secretas intenciones libidinosas para con ella? La estupidez se perfila como lo más plausible

Cuando salíamos de Leroy en dirección al coche le dije “tienes que tener cuidado con cómo te diriges hoy a las mujeres porque podías haber salido de aquí escoltado por la Policía”. “¡Pero si no le dije nada!” Tuve que explicarle que los piropos de antaño, no los soeces de pésimo gusto, sino los de halago, los de cumplido sin más, ahora son considerados un insulto grave, un ataque a la dignidad de la mujer que se considera inaceptable y ahí quedó todo.

La semana siguiente me tocó acompañarlo a una extracción de sangre para análisis en el Centro de Salud de Primero de Mayo. Entré con él en la sala por si se mareaba. Una enfermera, más o menos de mi quinta, fue la que lo atendió. Extrajo la sangre perfectamente y cuando mi padre se volvía a poner su rebeca le dijo “Señorita, muchas gracias, ha hecho usted un trabajo magnífico, me ha sacado la sangre de manera excepcional, no me he enterado ni del pinchazo y encima es usted muy guapa”. En su cara noté que la enfermera se había sentido súper halagada con el piropo y con las palabras que le había dedicado mi padre, le dio las gracias y se despidió muy amablemente de él. Inmediatamente me di cuenta que en la edad de la enfermera y en la edad de la cajera de Leroy estaba el quid de la cuestión. La primera se educó sin el pernicioso efecto del feminismo extremista que nos rodea desde hace unos cuantos años.

Comenté todo esto con una compañera del trabajo hace unas semanas y le había ocurrido algo similar con su padre, de casi la misma edad que el mío.

Ayer volví a coincidir con ella en el trabajo. Me contó que este martes pasado había ido con él al Hiperdino de Luis Doreste Silva y que al ir a pagar le dijo a la cajera, otra joven de menos de 25 años, “¡mi niña muchas gracias y qué guapa eres!”. La cajera se sintió ultrajada en lo más profundo de su ser. Exigió la inmediata presencia del encargado del Hiperdino para que tomara cartas en el asunto. Al padre de mi compañera le entró un ataque de ansiedad. Los aspavientos de la humillada cajera  lo habían convertido de golpe, en el centro de todas las miradas de la gente que hacía cola en las otras cajas del supermercado. Su nerviosimo aumentó más aún cuando el encargado, tras la petición de la cajera, tuvo poco menos que interrogar al anciano para que aclarase las ocultas intenciones que podían esconderse tras aquellas palabras, sin duda cargadas de una presunta y pervertida abyección. Mi compañera tuvo que irse del Hiperdino con su padre de más de 80 años, abatido y humillado públicamente por una chiquillaje de veintipico hondamente ofendida porque le dijeron guapa, en el sentido más alejado de cualquier connotación sexual pero........ es esta estigmatización sectaria de los hombres una de las cosas que este  feminismo de hoy insiste en meterle en sus cabezas a las jóvenes de nuestro país. Penoso y lamentable

Y no me extraña leyendo uno de los lemas de una de las manifestaciones previstas para hoy 8 de marzo: "Patriarcado, Genocidios, Privilegios #SeAcabó".



30 oct 2023

Cinco días en Tenerife

El viaje a Tenerife fue un completo éxito. No visitaba la isla desde 2008. Estuve entre el 2 y el 6 de octubre. 
 
La realidad era que no tenía ninguna intención de “visitar” Tenerife ni de hacer turismo. Yo lo único que quería eran carreteras distintas para circular con mi nueva moto toda vez que las de Gran Canaria se habían agotado tras haber hecho ocho mil kilómetros en ocho meses. Durante esta semana he hecho lo mismo que hago en casa: disfrutar de la moto parando a hacer fotos en cualquier lado, aprovechando las visitas a los pueblos para entrar en las iglesias, fotografiarlas e incorporarlas a mi catálogo de iglesias de Google. 
 
Quise ir entre semana para evitar a los motoristas domingueros que son un peligro tanto en una isla como en la otra y esto también fue un éxito. Sólo me encontré a un loco en toda la semana. La moto se comportó perfectamente. Es un cañón y creo que si puedo, repetiré la experiencia el año que viene. 
 
Estuve dudando si coger el primer o el segundo barco de la mañana pero al final me decidí por el segundo, el de las 08.30. Teniendo en cuenta que la travesía duraba una hora y cuarenta minutos, llegar a Tenerife sobre las diez de la mañana me pareció lo más adecuado para iniciar el rutómetro elegido. 
 
Sobre las 07.45 y procedente de Tenerife apareció el ferry por la bocana del puerto. Hacía el primer trayecto entre ambas islas. El buque atracó con la ayuda del personal de tierra y empezó a descender el pasaje por un lado y los vehículos por otro. Sin darme cuenta habían entrado en el barco los equipos de limpieza de la naviera para dejarlo nuevamente listo para el siguiente viaje. A las 08.10 empezó nuestro embarque. Primero los vehículos "premium" y acto seguido las motos. La mía y otra más que juraría era una Benelli. 
 
Por precaución -yo no sabía cómo se estibaban las motos en el interior del barco- llevaba una toalla vieja para proteger el depósito de las cinchas con las que presumiblemente iban a fijar mi moto al suelo, pero no hizo falta. El personal del barco se notaba que estaba muy acostumbrado a estas tareas y las cinchas las fijaron al chasis. La tensaron de tal manera que quedó pegada al piso como una roca. El trayecto fue magnífico. El barco no se movió en absoluto.

Y atracamos en el puerto de Tenerife. La capacidad de estiba de mi nueva Honda es igual a cero por lo que todo mi equipaje lo llevaba en una mochila. Me la puse a la espalda, agarré el casco y los guantes y baje a la cubierta del garaje a coger la moto. Calor asfixiante.

Fui hasta el hotel a dejar el equipaje en la consigna. Tengo que reconocer que en mi casa y con la ayuda de los mapas de Google había hecho virtualmente el recorrido desde el muelle de Santa Cruz hasta el hotel tantas veces que llegué a la primera y sin problemas.

Me quedé con la cámara de fotos, dejé todo lo demás y fui a cumplir el primer punto de mi plan: visitar a los compañeros de trabajo que ya me habían advertido, “como vengas a Tenerife y no te pases por las oficinas para ir a desayunar juntos más vale que te prepares”. Y allí me presenté. Me enseñaron las instalaciones, conocí en persona a varios de ellos con los que hablo por teléfono habitualmente pero a los que nunca les había puesto cara y me invitaron a desayunar. 
 
Con el estómago lleno y tras despedirme empecé propiamente el viaje sobre las 11 de la mañana.

Muy pronto me di cuenta que en Tenerife la gente circula a bastante más velocidad que en Gran Canaria y que también se puede conducir a 120 kilómetros por hora en muchos más tramos que aquí. Las carreteras rayan a la misma altura en ambas islas. Tenemos una magnífica red de la que estar orgullosos.

Día 1: El calor era sofocante por lo que pensé que lo mejor sería ir hacia el norte de la isla a ver si el tiempo era más fresco por allí. Craso error 
 
 

Esta primera ruta fue de “tanteo y aproximación”. Muy cómoda y sin muchas curvas porque quería comprobar qué tal me orientaba mirando las señales, si era capaz de llegar a donde realmente quería llegar o como iba el consumo de gasolina y todo fue perfectamente.
 
 
Llegué hasta el municipio de Los Silos, con paradas en los de El Sauzal, La Matanza de Acentejo, Los Realejos, San Juan de la Rambla, Icod de los Vinos y Garachico.  
 
Llegué a mi hotel sobre las 17.30 muerto de sed. Entré en mi habitación y en la nevera solo había agua sin gas. Miré los mapas de Google y tenía un Hiperdino a diez minutos de distancia caminando. “Allí seguro tendrán Agua de Firgas” pensé y salí sobre la marcha. Los diez minutos se convirtieron en veinte, luego en treinta y finalmente en cuarenta. No encontré el Hiperdino. Soy un inútil incapaz de orientarme utilizando el teléfono móvil. Di vueltas y más vueltas por la zona sin resultado alguno. Menos mal que al final encontré un Lidl que vende un agua con gas bastante similar al de Firgas. Volví al hotel, me duché y estuve descansando hasta las ocho y algo que bajé a cenar al restaurante del hotel.  
 
Junto a la habitación había contratado media pensión y este fue otro de los éxitos del viaje. Llegaba tan cansado tras estar todo el día subido en la moto que la posibilidad de tener que salir de nuevo a la calle para buscar un lugar donde cenar habría sido un suplicio. También contraté el servicio de garaje para que la moto no durmiera en la calle.
 
Día 2: Tras un desayuno soberbio me dispuse a ir hasta la punta de Anaga. 
 
 

Salí sobre las diez y media para evitar el tráfico de primera hora cuando la gente va al trabajo y la muchachada al colegio e institutos. El calor seguía siendo agobiante. Ponerme y quitarme el casco, guantes y chaqueta en cada parada era un medio martirio. La camiseta siempre estaba casi completamente mojada.

Quería subir por San Andrés hasta el Parque Rural de Anaga pero aquí me equivoqué por primera vez y terminé al final de un barranco sin salida en el pueblo de Igueste. Tuve que volver sobre mis pasos hasta San Andrés cuando vi que necesitaba repostar. La gasolinera más cercana era una estación Disa a la salida de Santa Cruz. De nuevo hacia atrás, pero una gratísima sorpresa fría me esperaba en la gasolinera:

A partir de aquel momento ya supe dónde encontrar Agua de Firgas.
 
Fue el primer día en el que tiré de acelerador con gusto. La subida desde San Andrés hasta Anaga está plagada de curvas magníficas que hicieron que disfrutara como un enano. La segunda velocidad de la Honda no es de este mundo, -bueno, las otras cinco tampoco- pero hice la subida casi sin cambiar a tercera. Además el calor hacía que las gomas de la moto se agarraran al asfalto como si fuera chicle. Hubo momentos en los que fui muy rápido -siempre dentro de mis limitaciones con la moto ya que aún no la controlo al cien por cien- y otros en los que fui paseando, tumbando en las curvas sin prisas y buscando encuadres y parando a la orilla de la carretera para tirar fotos. La subida que se ve en esta foto fue de las “muy rápidas”. Un verdadero placer. 
 
 
 
Estuve por el Bosque Encantado, por Las Carboneras, por Taborno, Taganana, por Benijo y los Roques de Anaga para terminar bajando por Las Mercedes hacia La Laguna y de allí al hotel donde llegué sobre las cinco y algo de la tarde.

Día 3: Fue el más largo y cansado de todo el viaje. 250 kilómetros

Era el día previsto para subir al Teide y a medio camino estaba cuando volví a ver que tenía poca gasolina. Consulté con Google y no había gasolineras a la vista así que tuve que desviarme de mi ruta en dirección Sur, hacia el municipio de Arafo. Allí reposté en otra estación Disa y después de mi botellita de agua de Firgas de rigor me puse de nuevo en marcha siguiendo hasta Güímar en donde paré a descansar un rato. El calor seguía siendo sofocante y había aparecido la calima. Estuve haciendo fotos de la iglesia del pueblo y tras media hora sentado y refrescándome en una de sus plazas, volví a subirme a la moto con destino al municipio de Arico.

Andaba perdido dando vueltas por Arico cuando me encontré a una pareja de policías municipales a los que pregunté si desde allí podía llegar hasta el Teide, “con esa moto no, por aquí todo son pistas de tierra, pero si bajas a la autopista, llegas a Granadilla de Abona, desde ahí subes a Vilaflor y ya luego estarás en el Teide por Boca Tauce”. Les dí las gracias por la información y antes de arrancar uno de los guindas me dijo con una media sonrisa en la boca “la carretera de Vilaflor al Teide te aseguro que te va a gustar, yo la he hecho con mi moto” y desde luego que me gustó. Fue la segunda vez en la que tiré de acelerador hasta donde sabía. La carretera estaba formidable y no me encontré absolutamente a nadie hasta que giré al Este para llegar a la base del Teide entrando por Boca Tauce. Aquí  la carretera estaba llena de pinocha y de ramas de pino por lo que tuve que extremar la precaución.



Del Teide y siguiendo las recomendaciones de un guía local que estaba allí con un grupo de guiris, llegué hasta Santiago del Teide por otra carretera súper bien asfaltada que solo invitaba a acelerar aunque ya había más tráfico, sobre todo turistas. No llegué hasta el pueblo sino que bajé a la costa para ver los acantilados de Los Gigantes, hice una docena de fotos y ya de allí volví por la autopista hasta Santa Cruz. La autopista del sur chicharrero tiene tramos en los que no se ve el final. Tanto cuando bajé como cuando subí hubo momentos en los que fui a la mayor velocidad a la que había ido nunca en toda mi vida en cualquier vehículo. Por supuesto, la subida hacia el Norte con el viento de frente………..muy poco agradable igual que ocurre en Gran Canaria. Llegué al hotel verdaderamente cansado y con un dolor en las nalgas que nunca había sentido con tal intensidad.


Día 4: Fue el último día de ruta.

Salí del hotel y llegué hasta Punta del Hidalgo. Estuve un buen rato por allí haciendo fotos. El calor seguía sin remitir y por primera vez me entraron ganas de darme un baño en la playa. Paré en la plaza de la iglesia de Tegueste a descansar un rato para continuar luego hasta Tejina y Valle Guerra. 

La mayoría de las iglesias que vi en Tenerife estaban cerradas por lo que no pude hacer tantas fotos como hubiese deseado pero cuando llegué a Valle Guerra en la iglesia se celebraba un entierro. Esperé a que terminara el oficio y cuando entré a hacer fotos tuve, probablemente, el encuentro más agradable y gratificante de mis vacaciones en Tenerife. Por casualidad entablé conversación con uno de los párrocos. Exquisita su cortesía y amabilidad. Me explicó con detalle los orígenes de la iglesia y cómo la Virgen -sin duda una de las más bonitas que he visto- Patrona de Valle Guerra, iría al frente de la celebración de la victoria en la Batalla de Lepanto que libramos contra el turco y que tendría lugar unos días después de mi visita. Luego me presentó a otro de los párrocos algo mayor que él y que al verme con casco y guantes de moto, me dijo "te vas a ir de aquí con la bendición de la Virgen para que te proteja en tu ruta". Y bendecido me fui. La iglesia es una preciosidad. Visita altamente recomendable.


Paré en La Laguna e hice un par de fotos. Su dos iglesias estaban abiertas pero cuando fui a entrar en ellas, un tipo en la puerta me preguntó si era de Tenerife a lo que le contesté negativamente. Luego me preguntó que de qué provincia venía y le comenté que de la de Las Palmas y entonces me dijo que tenía que pagar para entrar. Con la cortesía propia de estas ocasiones lo mandé a tomar por donde descargan los camiones y volví a subirme en la moto para largarme de aquel pueblo. Me pareció lamentable. Es como si nosotros pretendiéramos cobrar a un herreño o a un palmero por entrar en nuestra Catedral o en la Basílica del Pino en Teror. Detestable. Estuve perdido dando vueltas por La Laguna más de una hora buscando como volver a subir a Anaga por Las Mercedes. Al final pude encontrar el camino para terminar bajando ligerito por las curvas que llevan a San Andrés y de allí, hasta Santa Cruz . 
 
Día 5: Me levanté sobre las ocho y media. Ya había dejado la mochila media preparada la noche anterior. Bajé a desayunar al comedor del hotel y tras llenar el estómago volví a la habitación a rematar el cierre del equipaje. Me fui al garaje, me subí en la moto y tiré para el muelle desde donde regresé a Gran Canaria en el ferry de las once de la mañana.

En conclusión todo fue magnífico. Recorrí unos 650 kilómetros en cuatro días. El trayecto en barco perfecto, la vuelta fue quizás un poco movida pero tampoco tanto. La moto genial, las rutas fenomenales, los desayunos y las cenas en el hotel sobresalientes. La gente a la que pregunté en Tenerife por dónde ir o cómo llegar a algún sitio, amabilísima, lástima el incidente de las iglesias laguneras pero por lo demás, intentaré repetir.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

31 ago 2023

¡A Tenerife!


Han pasado un poco más de ocho meses desde que compré la Honda y tengo que reconocer que estoy encantado


A día de hoy sigo sintiendo cierto miedo ante la inmensa potencia que despliegan los 145 caballos de su motor de un litro, a años luz de los humildes 50 caballos de mi antigua Kawa y tal es así, que aún no he tenido los arrestos suficientes para utilizarla en el modo “Sport”, es decir, con la configuración de motor en la que entrega toda su potencia a ful y sin ninguna restricción.


Y no es que no me fíe de la moto, es que……...no me fío de mi. No he pasado el tiempo suficiente con ella como para conocerla a fondo y sigo sin sentirme cómodo manejándola a alta velocidad durante mucho tiempo. Honestamente creo que mi pilotaje no está aún a la altura de esta máquina y es por este motivo por el que sigo utilizándola en el modo “Standart”, esto es, el que viene con la mayor limitación de potencia y con el control de tracción y de freno de motor más elevado. 


Aún así, el modo Standart es una bomba. Las subidas de San Mateo a Tejeda, la de Tejeda a Artenara o la de Valsequillo a San Mateo que he hecho en repetidas ocasiones, están plagadas de curvas que me están permitiendo irle cogiendo el tranquillo poco a poco. Ahora puedo hacer estas subidas en segunda todo el tiempo sin cambiar de marcha, entrando en las curvas a 40 kilómetros por hora para, en dos o tres segundos, ponerla a 110, hasta llegar a la siguiente. La moto ni se entera.


Todas las cortapisas que tenía con la Kawasaki han desaparecido. Las ocasiones en las que la falta de potencia impedían un adelantamiento o aquellas otras en las que la escasez de frenos obligaban a soltar acelerador antes de lo necesario o en las que había que tener cuidado a la hora de “tumbar”, han pasado a la historia.


He tenido que comprar un nuevo casco porque el antiguo, a pesar de estar en buenas condiciones, me quedaba un poco grande y si bien con la Kawasaki no lo apreciaba en absoluto, la potencia de la Honda es tan espectacular que empecé a notar que cuando aceleraba con contundencia, el casco tendía a salir de mi cabeza. Con el nuevo eso ya no ocurre.


Desde el 16 de diciembre de 2022 en que la recogí el concesionario han sido muy pocos los domingos que no he salido con ella de paseo. En este tiempo he hecho unos 9 mil kilómetros cuando con la Kawasaki la media era de 5 mil al año y claro, ahora salgo un domingo de casa y……....ya no sé a dónde ir. En estos meses he estado en todos los pueblos y rincones de la isla.


Y en esas estaba cuando me dije ¿y por qué no darme un salto con la moto a Tenerife? Reconozco que a mi viajar no me gusta en absoluto y hacer turismo menos (es algo sobrevalorado en mi opinión). Solo entiendo lo de viajar cuando necesito algo que no puedo encontrar en Gran Canaria y tengo que, obligatoriamente y por fuerza, salir fuera a buscarlo, es decir, se cumplen todos los requisitos. Viajo por necesidad. No voy a hacer turismo, sino a buscar algo que no encuentro aquí, esto es, rutas diferentes con las que disfrutar de la conducción de mi nueva moto.


Así que aprovechando mis próximas vacaciones estoy considerando la posibilidad de pasar una semana en la isla “picuda”. La única lástima es que a mi mujer no le gusta lo de subirse en la moto por lo que, con gran pesar por mi parte, tendré que ir yo sólo. 


Tenerife es la más grande de las islas Canarias y ya tengo más o menos previstas las cuatro rutas que pienso hacer.


Los domingos también son peligrosos en Tenerife por la cantidad de locos que, al igual que en Gran Canaria, salen a la carretera los fines de semana pensando que están en un circuito pero como estaré de vacaciones, aprovecharé para ir de lunes a viernes evitando así a los “Marc Márquez” chicharreros.


Ya he mirado el trayecto en barco y va de la capital de Gran Canaria a la capital de Tenerife. La travesía dura una hora y media por trayecto y sale por unos 45 euros ida y vuelta. He reservado alojamiento con media pensión en un hotel de Santa Cruz. El plan es desayunar fuerte en el hotel, salir de excursión, comer un tentenpié a mediodía para regresar por la tarde, descansar y cenar también en el hotel. En un primer momento consideré quedarme en La Laguna en donde hay más ambiente pero el precio de la estancia en Santa Cruz era imbatible.


¡A ver qué tal sale todo!

26 jul 2023

Steve Vai en “Vintage Rock Pod”

 

Frank Zappa es con diferencia mi compositor y músico preferido. Me he encontrado una entrevista con Steve Vai, un virtuoso de la guitarra eléctrica que cuando tenía veinte años, hoy tiene 63, le envió a Zappa una cinta de cassette con la transcripción de uno de los temas más complejos que habían salido de la cabeza de FZ. Éste lo llamó y lo contrató como transcriptor de partituras. Zappa le dio techo y comida a cambio. 

La revista “Vintage Rock Pod” le ha hecho una entrevista que también está en Youtube y que me pareció interesante traducir. Ahí la dejo.


El virtuoso guitarrista recuerda la época que pasó tocando la guitarra para uno de los hombres más notablemente exigentes del mundo del rock.

Dar la talla con Frank Zappa en sus conciertos en directo no era nada fácil” comenta Steve Vai en una nueva entrevista en la que analiza su experiencia como guitarrista de la banda de FZ.

Hablando con la revista “Vintage Rock Pod” Vai dijo que había sido contratado por Zappa como transcriptor antes de entrar a formar parte de la banda, una experiencia que resultó crucial para su posterior carrera como músico.

Preguntado por cómo era trabajar con la leyenda, cuya reputación de ser muy exigente le precedía a menudo, dijo que “Yo estaba muerto de miedo (se ríe). Entonces yo era muy joven y todo aquello me parecía surrealista. Lo siguiente que recuerdo es verme en el estudio de Frank y allí estaban Vinnie Colaiuta, Terry Bozzio, Tommy Mars y…...yo, uffffff…..y allí mismo me dio la música complicada que quería que grabara”.

Fue entretenido porque aquellos tipos eran gente divertida. Frank era un tío impresionante con el que te podías sentar a hablar. Era un gran conversador. Tenía una opinión respecto a casi todo. Prestaba atención a lo que le comentabas y te escuchaba cuando le hablabas. Siempre fue interesante y siempre se mostró interesado en nuestras conversaciones.”

Continúa explicando que tocar en la banda de Zappa era gratificante y a la vez un reto continuo dada la complejidad de su música y su tendencia a “escribir la lista de temas cinco minutos antes de que empezara el show”

Ser músico en la banda de Frank exigía manejar determinadas herramientas y, desde luego, no era el tipo de banda en la que te metías para aprender como tocar. Lo que aprendías era a ejecutar una clase de música que incorporaba un altísimo nivel de información y a hacerlo bajo presión y mientras te reías. Tenías que mantenerte siempre pendiente de Zappa”

Ni siquiera podía tocar para la audiencia porque Frank hacía otras cosas que requerían mi atención. En cualquier momento del concierto podía hacerte una señal. Tenías varias que podía darte y que significaban que tenías que hacer algo en la canción que estabas ejecutando. Si con el dedo índice se hacía un rulo en el pelo, lo que estuviera tocando tenía que tocarlo como reggae. Si con los dos índices se agarraba el pelo, significaba que había que tocarlo como Ska. Si te mostraba los cinco dedos de una mano era que había que tocar en ⅝. Cuando con las manos entrelazadas movía los brazos a izquierda y derecha, significaba que había que cambiar a heavy metal…...así que tenías que estar siempre pendiente de él”

Hacíamos normalmente dos shows por noche con larguísimas pruebas de sonido durante las cuales él podía escribir y grabar. El repertorio giraba alrededor de unas 80 canciones que tenías que tener memorizadas. Elegía el listado de canciones y te lo comunicaba cinco minutos antes del inicio del concierto. Y ese listado era diferente cada noche. Reconozco que para mi era un verdadero reto porque siempre me han fascinado las líneas complejas de guitarra y así Frank tuvo al fin a un guitarrista que podía ejecutar todas aquellas desafiantes líneas melódicas y tenerlas escritas.”

Un día cualquiera en la vida de un músico de su banda significaba levantarte a las 9 am e ir al aeropuerto para volar hasta el lugar del concierto. Allí te recogía un coche que te llevaba directamente al lugar del evento. Hacías unas larguísimas pruebas de sonido y luego tenías 45 minutos libres antes del primer pase. Después había otros 45 minutos libres antes del segundo pase. Para cuando volvíamos al hotel sobre la 1 o las 2 de la madrugada tenía que volver a ponerme a practicar porque no sabía que canciones iba a elegir para la noche siguiente. Me deterioré bastante rápido”


El artículo

Steve Vai was “scared to death” playing in Frank Zappa's band (guitar.com)


El vídeo

Playing with Frank Zappa "I was scared to death!" STEVE VAI - YouTube

25 jul 2023

La Orquesta Metropole en el Teatro Cuyás

El sábado 15 de julio llegó la cita musical que más esperaba de esta edición 2023 del Festival de Jazz de Canarias: la Metropole Orkest.
 

Como ya comenté, nunca antes había oído hablar de esta orquesta pero yo es que me derrito con las “Big Bands” norteamericanas de los años 30, 40 y 50 del pasado siglo y la Metropole Orkest era lo más parecido a ellas que nos ofrecía este año el Festival de Jazz. Fue el único concierto que tuve claro desde el principio que no me iba a perder.


Mirando en su web lo primero que me sorprendió fue descubrir que no era una formación alemana como yo pensaba, sino originaria de los Países Bajos.


Según comentan en su página “fue en 1945 cuando el gobierno holandés y la Familia Real desde su exilio en Londres tomaron una importante decisión. Los holandeses necesitaban una orquesta que llevase al pueblo felicidad y esperanza” y parece que de ahí nació la Metropole Orkest que a día de hoy se anuncia como “la orquesta de pop y jazz más importante del mundo”. Ha ganado cuatro premios Grammy.


El concierto empezaba a las siete de la tarde, pero desde casi media hora antes ya se podía acceder al interior del recinto. Esta vez la sala elegida por la organización fue el Teatro Cuyás en el barrio de Triana de la capital gran canaria. Sólo la imposibilidad material de poder contar con el Auditorio Alfredo Kraus puede explicar el porqué de esta elección.


A medida que nos acercábamos a nuestros asientos y al ver la gran cantidad de sillas junto con sus correspondientes atriles para partituras, coincidimos en el enorme esfuerzo logístico que debe significar traer una orquesta de este calibre a nuestras islas.


En la actualidad la Metropole Orkest la componen cuarenta y nueve músicos. Catorce violines, cinco violas, cuatro violonchelos, un bajo y dos contrabajos, un batería, dos flautas, una guitarra eléctrica, un arpa, una tuba, un oboe, dos percusionistas, dos pianistas, cinco saxos, tres trombones de vara y cuatro trompetas. Al frente de todos y desde hace un par de años, la directora japonesa Miho Hazama. A ellos se une otro equipo de personas encargadas de la instalación, montaje y asistencia a los músicos.


Nuestros sitios estaban localizados en el patio de butacas. Fila 5, asientos 16 y 18. Perfecta visión del escenario


A las siete menos cuarto empezó a entrar la sección de cuerdas y poco a poco fue ocupando los lugares asignados a la izquierda del escenario. Los violines en primer término, los violonchelos detrás y luego las violas y el arpa. En la parte trasera se situaron los vientos que ocupaban todo aquel espacio del escenario. Delante de ellos el contrabajo, la batería y el guitarrista. Finalmente, y el más cercano al público, el piano.


Los cuarenta y nueve músicos aparecían abigarrados sobre un escenario en el que a duras penas cabían y, como consecuencia de ello, ni el batería, ni el guitarrista ni la mitad de la sección de vientos estaban dentro de nuestro campo de visión ocultos por la voluminosidad del piano y la posición que ocuparía más tarde la vocalista.


Una vez todos colocados, una de las violinistas se levantó y empezó a dar instrucciones de afinación a toda su sección.


Y el concierto dio comienzo con la entrada de la directora


Tras el primer tema, Miho Hazama se dirigió al público en español para darnos las gracias por nuestra asistencia y algo más que no recuerdo para acto seguido y ya en inglés dar entrada a Kandance Spring que era la cantante invitada que venía de gira con la orquesta


Kandance Springs es una vocalista y pianista de jazz estadounidense nacida en Tennesse. Ha publicado cuatro discos y viene colaborando con la Metropole Orkest desde 2016.


Los temas, perfectamente ejecutados y envueltos en el tono cálido de la voz de la norteamericana, hicieron que el concierto resultase muy agradable de escuchar. Como me decía un amigacho “la orquesta se ha ajustado a la vocalista”. Y de hecho, era exactamente así. La productora artística de la Orquesta reconocía en un diario local haber hecho un recorrido por los distintos temas de los cuatro álbumes publicados por la yanqui para preparar el repertorio. Kandance Spring alternaba temas en los que solo cantaba con otros en los que además tocaba el piano destacando notablemente en ambos aspectos. Sin embargo, la directora, de forma incomprensible, insistía antes del inicio de cada tema en hacerle una especie de entrevista personal a la vocalista. Qué cuál era el origen de la canción, cuáles los motivos que le habían inspirado al componerla, que cómo habían sido sus inicios en el mundo de la música, que cómo había influido su padre en su formación…….vamos, algo absolutamente prescindible. ¡Y todo en inglés! Juraría que el tiempo que utilizó en hacerle estas preguntas frente a un público no angloparlante, lo hubiésemos preferido empleado en un par más de canciones.


Tengo que reconocer que me gustó el espectáculo aunque, ni de lejos, llegó a los niveles de placer que me ofreció la Glen Miller Band cuando actuó en el Pérez Galdós hace unos años. Desde luego resulta evidente que cualquier músico estaría encantado de que sus composiciones fueran ejecutadas por una orquesta. La riqueza y profundidad tonal que una orquesta añade a una pieza musical es impresionante pero en el caso de estos holandeses, la presencia de tantos violines, violas y violonchelos atenuaba todo, le restaba, en mi opinión, fuerza y tensión jazzística a los temas dejándolos un poco huérfanos de la frescura, el nervio y la energía que despliegan las Big Bands norteamericanas como las de Duke Ellington, Benny Goodman, Cab Calloway o Glenn Miller por citar a algunos y que en sus formaciones sólo cuentan con vientos y pianos dejando las cuerdas solo a una guitarra eléctrica para proyectar con los saxos, las trompetas, los trombones de vara y los clarinetes una potencia y una garra musical que te deja pegado a la butaca.


El concierto llegó a término y el público en pie se mostró enfervorizado una vez más. Tanto que hasta vi a la propia Kandance sorprendida ante semejantes muestras -desmesuradas en mi opinión- de inquebrantable adhesión. La orquesta y a la vista de ello ejecutó dos bises pero una vez finalizados y tras abandonar el escenario, los gritos de “¡bravo!” se repetían ad infinitum y la norteamericana tuvo que volver a salir a escena para interpretar un tema más -me dio la impresión que se les había acabado el repertorio- de su propia cosecha.


Total que pasé un buen rato. Dí por bien empleados los 42 euros de la entrada y luego terminamos la noche cenando amigablemente y de tertulia en uno de los restaurantes de la zona.

 

PD: En las giras de Frank Zappa el repertorio de la banda solía incluir entre 90 y 110 canciones. A sus músicos les daba el listado concreto de temas para cada concierto 45 minutos antes del inicio. A él nunca le habría ocurrido






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