17 sept 2012

Admiración



He tenido ocasión de ver la retransmisión de algunas pruebas de las Olimpíadas Paralímpicas 2012 que finalizaron en Londres el pasado 9 de septiembre y todavía me estoy preguntado cómo es posible que éstas se celebren una vez clausurados los Juegos Olímpicos de toda la vida.
Anoche vi la prueba de 200 metros crol. Los nadadores pasaban por delante de la cámara a medida que los iban nombrando por megafonía, ocupaban sus sillas y comenzaban a desvestirse. Todos presentaban alguna merma física, pero me sorprendió un chino al que le faltaba un brazo. “Va a perder, -me dije nada más verlo-, ¿200 metros crol con un solo brazo?, no tiene nada que hacer. ¡Si el avance en el crol se consigue fundamentalmente con los brazos!” Quedó segundo. ¡Asombroso!
Anteayer haciendo zapping me encontré con un Francia-Brasil de fútbol para ciegos. Resulta que los jugadores llevan una especie de antifaz que les cubre los ojos totalmente y que persigue igualar los distintos niveles de percepción lumínica de los jugadores. Aún así, son capaces de hacer regates y fintas, de rematar a puerta y de pasarse el balón entre ellos. Brasil ganaba uno a cero cuando la publicidad me obligó a cambiar de canal. ¡Increíble!
 
Todavía estaba de vacaciones en el Sur de Gran Canaria el pasado 4 de septiembre, cuando leí en el periódico que el arquero paralímpico español Guillermo Rodríguez había quedado cuarto. Nuestro compatriota era enfermero de la Marina cuando sufrió un accidente que a punto estuvo de hacerle perder las piernas y ahora “un hierro le recorre el fémur desde la cadera hasta la rodilla y una tobillera le une la pierna con el pie, incapaz por sí solo de moverse”. Preguntado por el arquero norteamericano Matt Stutzmann dijo: “es un prodigio. Es increíble lo que hace, la calidad técnica que tiene, su fuerza en los pies y en la espalda para mantener el equilibrio y la atención en la diana”. El yanqui no tiene brazos, pero se colgó al cuello la medalla de plata de tiro con arco. 
Llegados a este punto me digo que cómo fue posible que una persona sin brazos sintiese la necesidad de aprender a disparar un arco. Cómo pudo alguien pensar en convertirse en defensa de un equipo de fútbol, siendo ciego. Qué pasa por la cabeza de una persona a la que le falta un brazo para decidirse por la práctica de la natación.
Temo que el resultado reside en la fe inquebrantable en la propia superación personal y en la tenacidad “ad infinitum” de estos hombres y mujeres inasequibles al desaliento. Los deportistas Paralímpicos, mucho más allá de sus concretas nacionalidades, son un ejemplo para el resto de los que habitamos el planeta. La confianza que muestran en ellos mismos y en sus capacidades, la perseverancia en el esfuerzo a pesar de las enormes dificultades a las que se enfrentan de antemano, el afán de superación llevado al límite, son todas características propias de los seres humanos, pero que, muy probablemente, no todos seríamos capaces de llevar a cabo en circunstancias semejantes. 
Decía el barón de Coubertín, padre de los Juegos modernos que "lo más importante del deporte no es ganar, sino participar, porque lo esencial en la vida no es el éxito, sino esforzarse por conseguirlo", y aunque la mayoría sólo conocíamos la primera parte de esta sentencia, es la segunda la que me obliga a pensar que los Juegos Paralímpicos deben celebrarse en primer lugar porque, si lo “esencial en la vida no es el éxito sino esforzarse por conseguirlo”, no tengo dudas que el sacrificio y el esfuerzo, el empeño y el ahínco que muestra cada uno de ellos para prepapar su participación en los Juegos, -sirva este vídeo de ejemplo-, http://www.youtube.com/watch?v=TVs0BDN8h9g
es infinitamente mayor que el que pueda realizar Ussain Bolt o Michael Phelps, -por citar dos de los "grandes"- cada día del año, entrenándose  duramente para competir.


Creo que este reconocimiento es de Justicia


        

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